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Bendición del columbario de la parroquia Virgen del Carmen y Santa Fe (Fuengirola)

Publicado: 01/11/2024: 195

Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía con motivo de la bendición del columbario de la parroquia Virgen del Carmen y Santa Fe de Fuengirola.

BENDICIÓN DEL COLUMBARIO

Parroquia de Virgen del Carmen y Santa Fe

(Fuengirola, 1 noviembre 2024)

Lecturas: Ap 7, 2-4.9-14; Sal 23, 1-6; 1 Jn 3, 1-3; Mt 5, 1-12a.

(Fiesta de Todos los Santos)

1.- Un saludo fraterno al nuevo párroco, D. Carlos. Esta es la primera vez que celebro estando él, aunque ya he venido en otras ocasiones como la Visita pastoral. Un saludo a toda la comunidad. Y hoy nos acompañan los pastores de las iglesias cristianas, luterana, evangélica y ortodoxa. Saludo también al representante de la comunidad judía.

Bienvenidos a esta celebración, que es una gran fiesta. Y felicidades a todos, porque hoy celebramos hoy la fiesta de “Todos los Santos”, que ya están gozando en el cielo de la presencia de Dios. Este es el destino final de nuestra vida: estamos llamados a compartir la felicidad eterna con quien es la Luz inmortal, el Amor infinito, la Misericordia eterna.

Sabemos de dónde venimos y a dónde vamos. Venimos de Dios, por ser hijos de Dios; y vamos a Dios, a vivir con él. Éste es el sentido de la vida humana; y quien no tiene este sentido, vive desorientado, despistado; es decir, fuera de pista, porque no tiene un camino y no sabe a dónde va. Nosotros nos felicitamos porque sabemos de dónde venimos, como hijos de Dios, amados en Jesucristo; y estamos llamados a participar en su vida divina. Es muy importante no olvidar este norte, que la fiesta de hoy nos recuerda. ¡Celebrémosla con alegría, porque estamos llamados a la Fiesta eterna del Banquete de Bodas del Cordero!

2.- El libro del Apocalipsis presenta «una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos» (Ap 7, 9); una escena preciosa.

¿Habéis llevado alguna vez una vestidura blanca? Ciertamente, el día de nuestro bautismo recibimos la vestidura blanca que simboliza la vida nueva en Cristo. El ministro dice cuando nos la impone: “Eres ya nueva creatura y has sido revestido de Cristo. Esta vestidura blanca sea signo de tu dignidad de cristiano. Ayudado por la palabra y el ejemplo de los tuyos, consérvala sin mancha hasta la vida eterna”.

3.- Los que van vestidos de blanco son las almas de todos los fieles que, a lo largo de la historia, fueron regenerados en el bautismo y salvados con la sangre redentora de Jesucristo.

Llevan vestiduras blancas, porque «son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero» (Ap 7, 14). La sangre de Cristo ha lavado nuestro pecado, nuestras manchas, los egoísmos.

Ahora son comensales en el banquete de Bodas del Cordero «y gritan con voz potente: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!» (Ap 7, 10).

Ellos cantan las alabanzas al Dios-Trinidad, a quien adoran y dicen: «La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén» (Ap 7, 12). (Los fieles responden Amén). Nos hemos de unir a este canto. La Eucaristía nos une al canto de los bienaventurados del cielo; es un anticipo del banquete eterno.

4.- Esta hermosa fiesta católica de Todos los Santos es incomparable mejor con lo que mucha gente de nuestra sociedad celebra como “Halloween”, que en su origen es la misma fiesta de todos los santos, como indica su nombre; pero que ha perdido su sentido inicial y se ha convertido en una fiesta consumista más. No perdamos nuestra fiesta para ir a otra, que no tiene sentido.

Esta fiesta nuestra nos llena de alegría y de esperanza al contemplar a quienes nos precedieron y que ahora viven eternamente felices. Con el ejemplo de su vida nos animan a seguir el camino que Dios nos indica para llegar a nuestro destino final: vivir eternamente junto a Dios, sus ángeles y sus santos.

Somos hijos de Dios y estamos llamados a compartir su vida divina, porque nos ha creado a imagen y semejanza suya (cf. Gn 1, 26) y nos ha destinado a contemplarle en la eternidad: «Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es» (1 Jn 3, 2).

5.- Ahora solo lo podemos vislumbrar por la fe, porque nuestra naturaleza no lo permite; es decir, no llevamos el “traje adecuado”. Para ver a Dios en el cielo hemos de cambiar de “traje”. Jesús puso el ejemplo de grano de trigo, que, si no muere, no produce fruto; es decir, si no se pudre previamente en tierra, no puede germinar y convertirse en planta (cf. Jn 12, 24). Por tanto, no pasa nada que nos pudramos, sabiendo que nos convertimos en planta para el cielo; es decir, cambiamos de traje.

Somos testigos ante nuestros contemporáneos no creyentes de esta maravillosa realidad, a la que somos convocados; porque la vida del ser humano está llamada a trascender el tiempo y el espacio. En el cielo no existen estas coordenadas; por eso Dios lo ve todo, porque toda la historia es un presente para Él.

6.- El evangelio de hoy nos presenta las Bienaventuranzas que el Señor predicó en el monte. Llama “bienaventurados” a quienes trabajan por el reino de los cielos y buscan la justicia y la paz (cf. Mt 5, 3-6.9); a quienes son misericordiosos y limpios de corazón (Mt 5, 7-8).

Pero hay muchas más bienaventuranzas que no están dichas en el evangelio. ¿Podéis alguna más, que Jesús no dijo? Bienaventurados los que son hijos de Dios; los que están llamados a vivir en el cielo; los que son amados por Dios; los que han sido redimidos con la sangre de Cristo; los que viven el amor al prójimo; los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen; los que participan de la Eucaristía. Os animo a añadir más bienaventuranzas.

7.- Seguir a Jesucristo no suele ser un camino de rosas, porque implica muchas veces ser perseguido e insultado (cf. Mt 5, 10-11); pero ello debe ser motivo de alegría, porque la recompensa será grande en el cielo (cf. Mt 5, 12). A los que son perseguidos por causa de Cristo, les llama bienaventurados.

Estamos llamados a ser santos sin alardeos ni jactancias; simplemente realizando cada día la misión a la que nos llama el Señor, viviendo con sinceridad y coherencia la fe, la esperanza y el amor cristianos. Es importante ser coherentes, porque no vale decir que tengo fe y participo en las celebraciones, pero después no lo vivo en la vida diaria.

A pesar de que todo ser humano cae en el pecado muchas veces, lo importante es levantarse y seguir de nuevo al Maestro. No se trata de hacer grandes obras para la historia, ni realizar milagros. Algunos santos han dejado una huella profunda; otros, en cambio, han pasado desapercibidos; como dice el papa Francisco, son los “santos de la puerta de al lado”; podríamos decir aquel que ahora está sentado a vuestro lado, el vecino de casa, el compañero de trabajo, el transeúnte. Somos ya santos, porque Jesús nos ha perdonado, santificado y hecho santos en el bautismo.

8.- En el marco de la hermosa fiesta litúrgica de Todos los Santos vamos a bendecir el Columbario de la parroquia, donde reposan los restos mortales de nuestros seres queridos. Ahí se realiza la operación del grano en planta.

Es un lugar sacro, porque contiene los despojos mortales de quieres recibieron el bautismo y fueron hechos “hijos de Dios” y los llamó a participar de su gloria eterna.

Nuestra sociedad pretende esconder la muerte temporal, impidiendo a veces que los niños vean al familiar fallecido; porque la muerte temporal se opone al deseo de felicidad terrena. Quien solo piensa en ser feliz en este mundo, no quiere ver la muerte y hace desaparecer el vestigio de los difuntos, porque no cree en la eternidad. Pero los cristianos no debemos tener miedo a la muerte, porque es el paso a la otra vida. Y no es malo que los niños, vuestros hijos, sean conscientes de que morimos. Me han llegado protestas de padres de niños de catequesis, porque el párroco ha hablado a sus hijos de la muerte.

9.- Los cristianos estamos llamados a dar testimonio de la vida eterna, de la existencia de Dios, de su amor, del juicio final por el que todos pasaremos. A dar testimonio de las “Bienaventuranzas” que el Señor nos exhorta a vivir con alegría.

Rezar por los difuntos es costumbre cristiana, heredada de nuestros hermanos mayores, los judíos, pertenecientes al antiguo pueblo de Israel. La existencia del Columbario en la parroquia es signo de nuestra fe en la otra vida y de nuestra oración por ellos. Es el mejor lugar sacro donde puedan estar los restos mortales de nuestros seres queridos.

La comunidad cristiana ora a Dios para que sus seres queridos vivan gozando de su presencia en el cielo. ¡Felicidades, pues, por este Columbario!

10.- Como hemos dicho al inicio de la celebración, nos acompañan algunos Pastores de otras iglesias cristianas: luteranos, anglicanos y ortodoxos, que también profesan la fe en la resurrección del Señor Jesucristo. Agradecemos su presencia y su oración, que unimos para elevarla al Señor nuestro Dios. (En atención a estos hermanos, este párrafo lo dice ahora en inglés).

Pedimos a la Virgen María, que vivió la fe con obediencia filial y ahora goza de la resurrección con todos los ángeles y santos del cielo. Amén.

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