Con cierta frecuencia hay quien tras realizar algo espera valoración o recompensa; una palmadita en la espalda o aplauso. Sería comprensible en la lógica mercantilista: tras terminar un trabajo se cobra. Pero cuando hablamos de amor divino estamos hablando de otra cosa. Cuando alguien responde con y por amor a lo que entiende que Dios le pide no hay lugar para quedarse esperando una recompensa al uso. La lógica de Dios es sorprendente y con cierta frecuencia rompe esquemas. De ahí que cueste trabajo entender que quien actúa siguiendo las mociones del Espíritu espere una recompensa. Simplemente entiende que ha hecho lo que tenía que hacer: responder con amor al Amor.