A ver, más claro el agua. Cristo es lo primero. Es a Él a quien hay que seguir. Y no al revés. Hay quien pretende torpemente que Cristo vaya a la zaga. Si somos cristianos, después de un ejercicio crítico y sano de análisis y pensamiento, conviene, con la fuerza del corazón, colocar todo en su sitio. Y Cristo a la cabeza. De forma que podamos renunciar a lo que tenemos para alcanzar la plenitud del discipulado. Para ello es necesario conocer cada día más y mejor el Evangelio. Es frecuente observar cómo almas que lo dejaron todo por el Señor poco a poco fueron recuperando instintivamente cosas perdidas. Aquello que abandonaron por amor a Dios y en coherencia con la vocación recibida lo recuperaron por una falta de familiaridad e intimidad con la Palabra de Señor. Desgraciadamente la falta de experiencia trascendente, los malos ejemplos de quien rodea o una conciencia laxa conduce inexorablemente al abandono de una fe vigorosa. Algo que es especialmente triste en mujeres y hombres que en su día se entregaron al Señor y que vieron fracasado su anhelo de felicidad y plenitud. ¿Qué ocurrió? Invirtieron los términos a nivel afectivo y práctico: primero ellos o ellas y luego el Señor.