DiócesisComentario al Evangelio

El Evangelio del domingo, por J.M. Llamas y J.M. Ortiz

Pan
Publicado: 09/08/2024: 167

Los sacerdotes y profesores de los centros teológicos diocesanos José Manuel Llamas y Juan Manuel Ortiz Palomo ofrecen sus comentarios al Evangelio de los domingos 11 y 18 de agosto, respectivamente.

11 de agosto. Jn 6, 41-51

Seamos eucarísticos

POR JOSÉ MANUEL LLAMAS FORTES

Agosto. Calor. Vacaciones. Cortitos los sermones. Tres puntos que nos pueden ayudar a vivir la Palabra de Dios. Contemplemos al Señor. Es la invitación del salmo: gustad y ved qué bueno es, bendecidlo, escuchadlo y os alegraréis, proclamad su grandeza, invocadlo… ¿Y por qué tanta insistencia? Porque Él es quien nos da fuerzas. Estamos al final de la época moderna, la que empezó con humanismo y va por individualismo atroz, y mirarnos a nosotros mismos acaba por dejarnos vacíos y decepcionados, antes o después.

Necesitamos al Señor. Porque, como nos ha dicho la primera lectura, el camino es superior a nuestras fuerzas. No sé si habéis vivido esto: más de una vez en mi vida he dicho: «no puedo». Y es verdad. Por eso, contemplar al Señor me lleva a ir un poco más allá de mis fuerzas, porque es Él quien tira de mí. Dios nos alimenta. Jesús es el pan vivo que ha bajado del cielo. Pero esto no es una frase chupi de Mr. Wonderful: tiene un horizonte muy concreto, darse para la vida del mundo. La Eucaristía no es una chispa divina que me hace superior a los demás, sino la carne del Señor que nos lleva a entregarnos, como nos ha dicho san Pablo: desterrando lo contrario a la fraternidad, e imitando a Dios, que nos ha amado y se ha entregado por nosotros en Cristo. Como hijos y hermanos necesitados, seamos eucarísticos entregando nuestro espacio-tiempo hoy y aquí, por toda la humanidad.

 

18 de agosto. Jn 6, 51-58

Olor a pan recién hecho

POR JUAN MANUEL ORTIZ PALOMO

Uno de los mejores recuerdos de mi infancia es lo agradable que era el olor del pan recién sacado del horno vecino a casa.  Aunque ese placer nos acompaña aún ahora, cuando lo percibimos al pasar ante cualquier panadería. Llevamos varios evangelios dominicales leyendo el discurso del «Pan de Vida». Y eso me lleva a preguntarme a qué puede oler ese pan de Dios, si es tan agradable como ese recuerdo infantil. Pues huele a esperanza, porque Dios no se ha olvidado de nosotros. Huele a perdón, ese que pedimos en el Padrenuestro y que Él nos pide que tengamos con los hermanos. Asimismo, su aroma nos trae la fe, el poder levantar la vista al cielo sabiendo que allí está Alguien que nos quiere, que nos escucha. Finalmente es un pan que huele necesariamente a fraternidad, a comunidad que comparte su vida. Creer no es una aventura que podemos vivir en solitario, sino que nos pide el tener en cuenta a todos los hermanos y sus necesidades. Con todo lo que eso implica.

Pero volvamos ahora a lo que nos reúne hoy, sentarnos en la mesa del Señor, que quiere alimentarnos con el «Pan de Vida». La vida que Jesús quiere transmitir a sus discípulos y a todos nosotros, y que no es ni más ni menos la que él mismo recibe del Padre, la vida plena.

Disfrutemos de este don que nos hace el Señor, para que al reunirnos en la eucaristía podamos compartir este alimento que nos lleva hasta la vida eterna.

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