Domingo XXII del Tiempo Ordinario. Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23

Glorificad a Dios con vuestras obras

POR SANTIAGO VELA

Jesús venía mostrando con su vida que hay opciones que van más allá del cumplimiento de las normas del culto: el amor a los enemigos, el perdón sincero, el reconocimiento de la presencia de Dios en los pobres, la defensa de la dignidad de todos...

Su vida y sus enseñanzas provocaron la desafiante pregunta que le hacen los fariseos, y a la que Jesús responde citando a Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío».

Con su vida y palabras Jesús invierte el sentido del culto que practicaban los fariseos, testimonia que el culto a Dios no consiste en cumplir con las tradiciones de los hombres, sino que se refleja en la vida; que la verdadera limpieza de corazón está en la sintonía entre lo que se vive y se celebra.

No se trata de “cumplir” (ir al culto con las manos limpias), sino de que el corazón empuje nuestras manos y nuestra vida a ser cercanos al pobre, al hambriento, al enfermo, al migrante, y ser instrumentos de paz y concordia. Jesús hoy nos invita a revisar cómo sembramos la semilla del Evangelio en nuestros corazones. Que su Espíritu nos ayude a glorificar a Dios con nuestras vidas, como se nos invita cada Domingo al concluir la Eucaristía; que no haya división dentro de nosotros entre lo que celebramos y lo que vivimos. Es en nuestro interior desnudo donde se libran las grandes batallas del ser humano.