A veces no sabemos qué pedir. Ni cómo pedir. Precisamente por eso hablar a las claras con el Señor sobre nuestros deseos es lo mejor. Él con su pedagogía nos enseñará en su Palabra y en la oración que es lo que nos conviene, cuál es el mejor camino, qué debemos vivir. En el Evangelio de hoy Cristo no se enfada, no reprocha, no regaña; simple y profundamente reconduce la petición de la madre de los Zebedeos. Y lo hace con delicadeza, con ternura. De forma ejemplar. Nos enseña cómo debemos corregir. Pero también qué pedir para vivir como cristianos a la altura de la vocación que hemos recibido.