Como señala Santiago Meléndez, uno de los participantes, «han sido unos días intensos de oración y silencio, ejercitándonos en un auténtico gimnasio espiritual que nos hecho más fuerte en la fe y ha acrecentado nuestra pasión por el Señor. Alentados por un leitmotiv: si somos generosos y no esforzamos un poco, veremos cómo Dios, siendo un Dios generoso, no se deja ganar en generosidad».

En su testimonio, este ejercitante continúa afirmando que, de esta manera, «hemos ido recorriendo la semana de la mano de Jesús. Hemos gustado su misericordia, dejándolo entrar en nuestra casa como Zaqueo, sintiéndonos acogidos en su amor. Hemos descubierto que todo aquello que forma parte de nosotros (familias, amigos, bienes materiales) puede estar ordenado bajo ese amor a Jesús, siendo Él, el cimiento y la dirección de nuestras vidas. Y que nos llama a poner nuestras vidas a su servicio contra la pobreza, la miseria, las estructuras de poder que corrompen el corazón de hombres y mujeres. Siempre apoyados y fortalecidos en la confianza, la humildad y el amor. Acompañados, siempre, en este trayecto semanal –como en el de nuestra cotidianidad– de la Virgen María, vivimos la fiesta de su Asunción. Oramos junto a ella y a ella nos acogimos al pie de la Cruz y la Resurrección, e indudablemente exultamos y no alegramos con su Magníficat; y como ella y con ella decimos Sí al Señor con nuestras vidas».

Finalmente, Meléndez recuerda que «la Casa de Espiritualidad Trayamar –donde se han celebrado los ejercicios– es un lugar inmejorable para estos encuentros con el Señor, por estar situada en la naturaleza, jardines y sus amplios espacios para pasear, que nos permite gustar y estar cerca de la obra de Dios».