DiócesisHomilías

Misa del alba de la Cofradía del Cautivo (Parroquia San Pablo-Málaga)

Publicado: 09/04/2022: 1758

Homilía pronunciada por Mons. Jesús Catalá durante la Misa del Alba de la Cofradía del Cautivo a las puertas de la parroquia de San Pablo (Málaga).

MISA DEL ALBA DE LA COFRADÍA DEL CAUTIVO

(Parroquia San Pablo-Málaga, 9 abril 2022)

Lecturas: Ez 37, 21-28; Sal: Jr 31, 10-13; Jn 11, 45-57.

Cristo nos trae el Reino de Dios

1.- Ante la imagen de Jesús Cautivo, que nos preside hoy, hemos sido convocados para renovar nuestra fe y gozar de la obra redentora del Señor resucitado. Contemplemos al que clavaron en la cruz, porque él es la salvación de la humanidad; contemplemos a quien está maniatado por culpa de nuestros pecados. Este hombre maniatado es quien nos libera: de nosotros mismos, de nuestros malos deseos y actitudes. Contemplemos al que nos ofrece su amor y su perdón, siendo objeto de odio.

Jesucristo, Hijo de Dios vivo, se ha convertido en nuestra reconciliación ante el Padre (cf. Rm 5, 11; Col 1, 20). Solamente Él ha dado satisfacción al amor eterno del Padre, que ha creado al hombre como cabeza y señor de la creación, haciéndolo «a imagen y semejanza de Dios» (Gn 1, 26). Somos, en Jesús-Cautivo, hijos de Dios y hermanos entre nosotros; y esto tiene sus consecuencias de fraternidad, de amor, de perdón, de misericordia. Él nos exige que nos comportemos con los demás igual que él se ha comportado con nosotros. No caben entre nosotros odios, guerras o rencores, porque son contrarios al amor y lo opuesto a Dios.

2.- El gran misterio de amor de la redención del mundo, en la que la creación es renovada (cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 37) es la raíz profunda de la predestinación del ser humano a ser hijo de Dios: llamado a la gracia y al amor, justificado y salvado de sus pecados y glorificado para la vida eterna (cf. Rm 8, 29-30). Estamos llamado para seguir viviendo después de la muerte temporal, como él vivió y vive resucitado y glorioso después de la muerte temporal que sufrió.

El amor es más grande y más fuerte que el pecado, que la debilidad humana y que la misma muerte, porque Cristo ha vencido la muerte. El amor está siempre dispuesto a perdonar, a acoger al hermano, a dar el abrazo de reconciliación.

Esta revelación del amor, definida también como misericordia, tiene en la historia un rostro humano y un nombre: Jesús-Cautivo, crucificado por amor, a quien adoramos como Dios y le damos gracias por su obra de salvación.

Jesús-Cautivo, que lleva las manos maniatadas, nos ha obtenido con su entrega de amor la verdadera libertad, la de los hijos de Dios (cf. Rm 8, 21). Queridos cofrades y fieles todos, queridos devotos, acoged en vuestro corazón el Reino que Cristo nos ofrece: reino de libertad auténtica, de amor, de paz, de comunión, de fraternidad. ¡Salid de las tinieblas del error y de la prisión de los deseos mundanos! ¡Acoged el reino que Jesús-Cautivo nos ofrece!

3.- En la Plegaria Eucarística IV recordamos la maravillosa historia de salvación realizada por Jesús-Cautivo; de manera sintética se recuerda la gran obra de salvación: “Reiteraste, además tu alianza a los hombres; por los profetas los fuiste llevando con la esperanza de la salvación. Y tanto amaste al mundo, Padre Santo, que, al cumplirse la plenitud de los tiempos, nos enviaste como salvador a tu único Hijo. El cual se encarnó por obra del Espíritu Santo, nació de María, la Virgen, y así compartió en todo nuestra condición humana menos en el pecado; anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo. Para cumplir tus designios, él mismo se entregó a la muerte, y, resucitando, destruyó la muerte y nos dio nueva vida”.  Esta es la gran noticia, la Buena noticia, el Evangelio.

Como nos recordaba el papa Juan Pablo II (cf. Redemptor hominis, 9), el sentido de la cruz y de la muerte de Cristo se explica con la revelación del amor del Padre y con la efusión del Espíritu Santo: “El Dios de la creación se revela como Dios de la redención”. Su amor es fiel; más aún «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16) infinito y eterno, que no se desdice nunca. Y su Hijo «a quien no conoció el pecado le hizo pecado por nosotros para que en Él fuéramos justicia de Dios» (2 Co 5, 21; cf. Gál 3, 13); fuéramos salvados por él. 

4.- Cristo recorría las ciudades y aldeas de Palestina enseñando, curando enfermedades, perdonando pecados y resucitando muertos. Con ello anunciaba que el Reino de Dios había llegado, invitando a todos a acogerlo en su corazón.

Ahora, en el transcurrir de la historia, es la Iglesia la que continúa la obra salvadora maravillosa, haciendo presente al Señor en la liturgia, transmitiendo la doctrina de su Maestro, acercándose a los hombres, de modo especial a los más necesitados, perdonando los pecados en su nombre, fortaleciendo la fe en las enfermedades, curando los males del espíritu y trabajando por la paz.

La Iglesia ha sido instituida por Jesús; él es la cabeza y nosotros somos los miembros, queridos fieles, llamados a seguir esa maravillosa obra en pleno siglo XXI. ¡Cojamos el testigo y llevemos adelante la misión que el Señor nos confía hoy!

La Iglesia participa en los gozos y en los dolores de los hombres, conoce sus anhelos y los enigmas de la vida, sufre con ellos en las angustias y les acompaña en la muerte. La Iglesia ofrece la verdadera paz que proviene de Cristo, mantiene con todos un diálogo fraterno y transmite la luz del Evangelio (cf. Concilio Vaticano II, Ad gentes, 12). Esa es nuestra tarea.

5.- La Iglesia no cesa de contemplar el misterio de Cristo y nos invita a cada uno de nosotros a llevar adelante esta misión. Por ello, preparémonos bien para celebrar el misterio pascual de Jesús en esta Semana Santa, que este año podemos celebrar de manera normal, como se puede ver hoy que la plaza está rebosante de fieles devotos que queremos seguir a Jesús-Cautivo como discípulos suyos y celebrar su Pascua, que es la nuestra. Os animo a vivir la Semana Santa con gozo, alegría y profundidad, siguiendo al Maestro.

La Redención, llevada a cabo por medio Cristo en la cruz, ha devuelto definitivamente al hombre su dignidad y el sentido de su existencia; sentido que se pierde a causa del pecado.

“El cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y particularmente en la nuestra es dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo, ayudar a todos los hombres a tener familiaridad con la profundidad de la Redención, que se realiza en Cristo Jesús” (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10). Queridos hermanos, seamos testigos de esta maravillosa realidad.

6.- Hoy seguimos pidiendo a Jesús-Cautivo que nos conceda su salvación y su paz; una paz muy distinta a la que el mundo ofrece y que los hombres tantas veces quiebran con guerras y odios, para satisfacer sus deseos de poder y de gloria. Esto va contra el amor; esto va contra Dios; esto va contra Cristo-Cautivo. Hoy seguimos rezando por la paz en el mundo y, de modo especial, por la paz en Ucrania.

Estamos llamados a ser discípulos del Cautivo, para dar testimonio de su obra salvadora. ¡Ánimo y adelante!

Pedimos a María Santísima de la Trinidad que nos acompañe y cuide de nosotros. Amén.

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
Más artículos de: Homilías
Compartir artículo