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La piscina de la Catedral

Publicado: 11/03/2022: 4866

Por supuesto que nuestra Catedral no cuenta con ningún estanque para nadar, pero así se denominan a los aguamaniles o piletas que antiguamente eran comunes en las iglesias donde se habilitaban, normalmente en las sacristías.

El respeto a las cosas santas la heredó el cristianismo de las tradiciones judías, que impelían, por ejemplo, a escribir el inefable nombre de Dios con un punzón especial y reservado para ese único fin, o como se sigue practicando aún: enterrar en suelo consagrado y con todo respeto los rollos de la Torá que se estropean y no admiten restauración. La piedad cristiana, y con idénticos escrúpulos, fomentó en el pasado que en las iglesias existiesen determinados depósitos para volcar en ellos el agua resultante de lavar los recipientes y vasos sagrados y, aún de formas eucarísticas deshechas y que, por diversos motivos, no se podían consumir. Igualmente, aquí iban a parar los posos sobrantes de los santos óleos y que, en el caso del crisma, no llegaban a quemarse porque el contenido de la fragancia añadida impedía su correcta combustión.

El caso es que nuestra Catedral cuenta con otra modalidad de piscina consistente en un sumidero ubicado en un habitáculo anejo a la sacristía y debidamente señalado en su solería con una piedra cuadrangular labrada de tal forma que facilita los vertidos a través de su único orificio. El desagüe, bastante profundo, acaba en la tierra, lejos de cualquier tubería o de la red de alcantarillado. Pese a que estos desaguaderos han dejado de formar parte de los componentes de una iglesia, el de nuestro primer templo sigue reservado a este único, exclusivo y reverente uso.

Alberto J. Palomo Cruz

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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