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MANOS UNIDAS. «Espero contagiarme de solidaridad»

Publicado: 05/02/2021: 20082

CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE

Rosa Marta Santaella Batlle es la tesorera de Manos Unidas Málaga, ONG católica para el desarrollo que presenta este año su campaña Contagia esperanza para acabar con el hambre. Hace poco más de un año viajó a Israel y Palestina para conocer nueve de los proyectos que allí tiene Manos Unidas. Hoy recuerda aquella experiencia.

«Desde que llegué a Manos Unidas empecé a cambiar, a plantearme un estilo de vida más austero, con más preguntas sobre qué hago por los que nos necesitan, qué hago por cuidar la casa común; y este viaje ha venido a reforzar esos planteamientos y a recordarme que mi manera de actuar tiene consecuencias para otras personas»

¿Qué significó para usted la oportunidad de conocer de cerca los proyectos de Manos Unidas, enviada por la Delegación de Málaga?

Ponerle rostro a aquellos a los que van destinados, nuestro trabajo y la generosidad de todos los que colaboran con Manos Unidas. Conocer de cerca su realidad, para poder transmitirla aquí y conseguir que, al igual que a mi me ha conmovido, conmueva a otros, que aún sin ver, se sientan interpelados a ser solidarios y justos con los que nos necesitan.

¿Qué países visitó?

El viaje era a Israel y Palestina, o sea Tierra Santa. Las zonas visitadas fueron Jerusalén, Tel Aviv, Belén, distintas poblaciones de Cisjordania y los desiertos del Néguev y Judea, conociendo de primera mano, nueve de los proyectos que allí tiene Manos Unidas. Proyectos sanitarios, de atención a migrantes, educativos, agrícolas y de agua.

¿Qué fue lo que quedó más impregnado en su corazón de aquel viaje?

Kuchinate (crochet en tigrinya) uno de los proyectos que Manos Unidas apoya en Tel Aviv y que desarrolla la ONG ARTS, dirigida por una psicóloga, Diddy, y por una misionera comboniana, Sor Aziza. En Kuchinate atienden a mujeres migrantes, que proceden de Eritrea, Sudán y Etiopía, que se han visto obligadas a huir de sus países por conflictos bélicos, hambrunas y otras causas y, tras atravesar la península del Sinaí, han llegado a Israel. Allí les prestan apoyo psicológico y social. También realizan trabajos artesanales de crochet, tarea que les sirve de terapia y para obtener un pequeño salario, con el que tratan de mantener a sus familias.

Compartimos con ellas cantos, rezos y comida. Algunas nos contaron sus dolorosas experiencias del Sinaí: tiroteos, retenciones, violaciones y un sin fin de penalidades. A pesar de tanto dolor, me impresionaron con su valentía, sus ganas de superación y su solidaridad unas con otras. Después de un año y varios meses, no puedo evitar la emoción al recordarlas.

Y después vino la pandemia, ¿como ha afectado la pandemia a dichos proyectos?

Nos vemos afectados nosotros, y la mayoría tenemos alimentos, atención sanitaria, casa, agua, luz, etc., ¡cómo no verse afectado nuestros proyectos! Pues estas personas que carecen de casi todo, necesitan ver atendidas sus necesidades más básicas. Por eso, en algunos proyectos, la necesidad más inmediata ha sido el suministro de alimentos y de productos de higiene y limpieza. Manos Unidas ha tenido que reformular proyectos y activar el fondo de emergencia para tratar de paliar el desastre que supone la pandemia para las comunidades más vulnerables.

¿Ha podido seguir en contacto con ellos?

He seguido en contacto con ellos a través de la coordinadora de los proyectos que visitamos. Nos cuentan que el poco trabajo que tenían ahora es casi nulo, que las dificultades son mayores y en definitiva que lo pasan muy mal. En Navidad, nos enviaron una felicitación desde Kuchinate, y Sor Aziza sigue estando en contacto con Manos Unidas.

Tras tu experiencia en primera persona con los proyectos y tras este año de pandemia, ¿ha cambiado su vida, han cambiado sus objetivos?

Este viaje ha resultado una experiencia impactante por lo que he visto, enriquecedora por lo que he aprendido e inolvdable por lo que he sentido. Conocer a la hermana Aziza ha sido un regalo, pero también lo ha sido conocer al resto de socios locales, conocer la labor que realizan en favor de los más desfavorecidos, los que tienen ”hambre y sed de justicia”; a los beneficiarios y su hospitalidad, que por mucho que se diga, nunca será suficiente para reflejar la generosidad y dignidad con que nos acogen.

He visto cómo el trabajo y la generosidad de los voluntarios y donantes de Manos Unidas de aquí, se multiplica allí, no dejemos de multiplicar.

Creo que desde que llegué a Manos Unidas empecé a cambiar, a plantearme un estilo de vida más austero, con más preguntas sobre qué hago por los que nos necesitan, qué hago por cuidar la casa común; y este viaje ha venido a reforzar esos planteamientos y a recordarme que mi manera de actuar tiene consecuencias para otras personas.

¿Qué le dice el lema de este año? “Contagia solidaridad para acabar con el hambre”

Me pide que sea, que seamos, optimistas, como el niño del cartel de Campaña. Es difícil, lo sé, soy la tesorera de Manos Unidas Málaga, pero es necesario pues, si no conseguimos contagiarnos de solidaridad y superar a la pandemia en contagios, las víctimas superarán a las de la pandemia; no podemos olvidar que existen alrededor de 800 millones de personas que padecen hambre y que este número puede aumentar como consecuencia del Covid.

¡Qué contestaré cuando Dios me pregunte “¿qué hiciste cuando tuve hambre?”!, espero contagiarme de solidaridad y no vacunarme nunca.

Encarni Llamas Fortes

Encarni Llamas Fortes es madre de tres hijos. Periodista que desarrolla su labor profesional en la Delegación de Medios de Comunicación de la Diócesis de Málaga. Bachiller en Ciencias Religiosas por el ISCR San Pablo.

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