NoticiaCoronavirus Poesía desde el locutorio de un Carmelo Publicado: 21/03/2020: 40590 CRISIS CORONAVIRUS En este Día Mundial de la Poesía compartimos una oración-poesía de una de las hermanas del Carmelo Teresiano de Antequera, Lucía Carmen de la Trinidad, y su reflexión ante la situación que estamos viviendo. CONTAMOS CONTIGO: Envíanos tu poesía o poesía favorita a diocesismalaga@diocesismalaga.es y la publicamos Si sabrá la primavera que la estamos esperando... Si se atreverá a cruzar nuestros pueblos despoblados, colgando en nuestros balcones la magia de sus geranios. Si dejará su sonrisa esculpida en nuestros campos, pintando nuestros jardines de verde, de rojo y blanco. Si sabrá la primavera que la estamos esperando... Cuando llegue y no nos vea ni en las calles ni en los barrios, cuando no escuche en el parque el paso de los ancianos, o el bullicio siempre alegre de los chiquillos jugando. Si creerá que equivocó la fecha del calendario, la cita que desde siempre la convoca el mes de marzo. Si sabrá la primavera que la estamos esperando... Cuando estalle jubilosa llenando de puntos blancos los almendros, los ciruelos, los jazmines, los naranjos… una lluvia de azahar refrescando nuestros patios. Y no vea que a la Virgen la engalanan para el Paso, y nadie alfombra sus pies con pétalos y con nardos. Que se ha guardado el incienso, el trono, la cruz y el palio. Y que Cristo, igual que todos, está en su casa encerrado, y no lo dejan salir ni el Jueves ni el Viernes Santo... ¿Pensará la primavera que tal vez se ha equivocado? ¿Escuchará los lamentos de quien se quedó en el paro, de quien trabaja a deshoras por ayudar a su hermano, de aquél que expone su vida en silencio y olvidado? ¿Escuchará cada noche los vítores, los aplausos que regalamos con gozo al personal sanitario? ¿Pensará la primavera que tal vez se ha equivocado y colgará sus colores hasta la vuelta de un año? Si sabrá la primavera que la estamos esperando... Que se nos prohíbe el beso, que está prohibido el abrazo; el corazón, sangre y fuego, el corazón desangrado. Si sabrá la primavera que ya la estamos soñando... Asomados al balcón de la Esperanza, esperamos como nunca, que ella vuelva y nos regale el milagro de ver florecer la vida que hoy se nos va de las manos... ¡Bienvenida, primavera! Hueles a incienso y a ramos, con tu traje de colores y los cantos de tus pájaros. Ven a pintar de azul-cielo esta tierra que habitamos. ¿No sentís que en este mundo algo nuevo está brotando? Si será la primavera que está apresurando el paso… Lucía Carmen de la Trinidad Carmelita descalza. Antequera. Preséntenos este poema tan esperanzador. Como cada tarde, llegó la hora de la oración personal en el Carmelo. Me senté allí, junto al Sagrario, al calor de mis hermanas. No había pensado nada. Sólo masticaba en silencio este dolor del mundo haciéndolo mío. Y a mi mente llegó una frase: “necesitamos la Primavera, la magia de los geranios…” De la mente, bajó al corazón. Allí mismo lo escribí. Se me regaló. Como decía mi Santo Padre Juan de la Cruz: algunas veces lo buscaba él, y otras se lo daba el Cielo… En este caso, no es mío: el Cielo nos ha regalado unas goticas de ESPERANZA a través de un poema sencillo. ¿Cómo están viviendo esta crisis del coronavirus dentro del monasterio? Con confianza y Abandono en el Señor. Estamos en el corazón de la Cuaresma, una Cuaresma tan especial, compartida con tantos hermanos… Vivimos esta crisis como un tiempo de Gracia… ¿qué nos quiere decir el Señor a través de este nuevo “signo de los tiempos”? Un virus, un simple virus, pequeño hasta escaparse a nuestras miradas, pero que el hombre no ha sido capaz de detener, y nos invade el mundo y el corazón. Nuestra confianza en el poder de Dios nos dice que no podemos dejarle a un lado, prescindir de Él, vivir como si el cielo no existiera. Vivimos este tiempo intensificando nuestra oración, nuestra intercesión por tantos hermanos como sufren en su propia piel el latigazo de esta pandemia. Unidas a la oración de toda la Iglesia. Unidas al lamento del que se ha quedado en el paro, del que expone su vida por ayudar a los demás. Vivimos este tiempo unidas a Jesús, confiando tanto dolor en las manos de la Virgen, nuestra Madre. Ustedes viven un "encierro" por vocación (clausura). ¿Qué consejo daría a quienes se encuentran confinados en sus hogares? Me sorprende esa palabra: “encierro” que, por cierto, jamás he empleado para definir mi vida, y eso que desde los diecisiete años vivo en el Carmelo. No vivo “encerrada”. Hice una opción de vida: vida contemplativa como carmelita descalza, en la Orden de Santa Teresa de Jesús. Y esa vida sí, en su marco funcional está delimitada por los muros del monasterio. Eso es todo: un medio, la clausura, para que mi vida de descalza de realice en plenitud. Pero, aunque vivo en esta clausura, en este tiempo de crisis me sobrecoge mantener la puerta de casa cerrada, esa puerta que cada mañana abro yo misma para que todos puedan tener acceso al torno. Es un detalle que me impresiona: tanto silencio, nadie pulsa el timbre. Sé que están todos donde deben estar: en casa. Aconsejo que se tenga prudencia: no salir más que a lo necesario e ir prevenidos. Seguir las pautas que se nos marcan: higiene, distancias. Son cosas sencillas, y son para el bien de todos. Aconsejo cultivar un ambiente sano: no dejarnos llevar por la psicosis, o por los nervios, o por la desesperanza. Valoremos a quien tenemos al lado en casa, y procuremos hacerle este tiempo lo más agradable que podamos. Valoremos los pequeños detalles que tengan con nosotros. Aconsejo cultivar el buen humor, ese séptimo sentido que nunca debe faltar (recordemos que el sexto era el sentido común). Y aconsejo aplaudir cada atardecer más fuerte al personal sanitario. Por último, aconsejo -bien desde el balcón o desde lo más hondo del corazón- mirar a lo alto, y confiar. Madre, ¿llegará la primavera? ¿Aprenderemos algo de esta crisis? Las crisis son momentos de Gracia para crecer, no para aniquilarnos. Andábamos demasiado distanciados unos de otros… Sí: mucha relación virtual, pero a pocos creo que mirábamos frente a frente, a los ojos. Ahora se nos prohíbe el beso, el abrazo. Ahora cada uno se ha detenido en la vida allá donde el Real Decreto lo haya alcanzado. Ahora todos compartimos la añoranza, el deseo de volver a encontrarnos… Ahora podemos comprender que nos queremos de verdad y no éramos capaces de decirlo… Sí: llegará la Primavera cuando el beso vuelva a florecer en nuestros labios, cuando el abrazo sincero sea como una enredadera verde escalando el ancho mirador del mundo, cuando este “bichito” haya sacado lo mejor que cada uno llevamos dentro… Cuando miremos al cielo y comprendamos la misericordia del Señor… Cuando hayamos sido capaces de mirar a la hermana muerte sin miedo, con valentía y con esperanza.