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Semblanza de Amalio Horrillo Coronil

Publicado: 24/12/2018: 11980

Semblanza de don Amalio Horrillo Coronil

+ 22 de diciembre de 2018

Hace unas semanas, el 28 de noviembre, celebrábamos en esta misma capilla el setenta aniversario de la ordenación de don Amalio. Había pasado unos días en el hospital y deseaba ardientemente presidir la eucaristía ese día. A todos nos emocionó cómo sacaba fuerzas para entonar el Señor, ten piedad o para dirigirnos unas palabras en la homilía. Para él, seguro, fue un gozo.

Había nacido en Torremolinos en 1926, el tercero de los cuatro hijos de Francisco y Rosa. Aún niño, pierde a su padre y entra poco después en el Seminario, en tiempos recios. Recordará siempre las primeras correrías pastorales de aquellos veranos por los campos de la Axarquía. En la capilla del Buen Pastor del Seminario se ordena en 1948, con veintidós años.

Su primer destino, Antequera, del 48 al 57: vicario parroquial de Santiago, ecónomo de san Pedro. Animó la chispa de la vocación en muchos niños de Antequera. Lorenzo Orellana da fe de ello. Y respaldaba los estudios de algún seminarista que se veía sin beca. Generoso siempre don Amalio, hasta ser pobre. Además, como misionero rural, recorría los cortijos subido en una Montesa. Informó a don Ángel Herrera del abandono social, intelectual y espiritual de la gente de los campos. Don Ángel le pide detalles exhaustivos. Se iban gestando las escuelas rurales.

Archidona, Málaga: las Angustias, san Juan… y la pasión por América que había grabado a fuego, en él y en tantos otros, don Alberto Planas. Desde el Seminario resonaba aquel et ultra que orientaba el corazón hacia las tierras de Venezuela. Llegan a nombrarlo administrador diocesano de la Diócesis de Guanare y acude a las reuniones de la Conferencia episcopal. Cuando se incorpora el nuevo obispo, don Amalio le enseña la diócesis y —aunque está enamorado de aquella tierra— retorna discretamente a España. Volverá años después a Ciudad Bolívar, hasta que don Ramón lo necesita en Mijas. Y con setenta y cuatro años, después de cuatro en Coín, de nuevo a Venezuela hasta cumplir los ochenta. Siempre manifestó su deseo de terminar allí sus días.

A la vuelta, renueva su disponibilidad donde su Obispo le pida: sustituye, ayuda. En Arriate —y donde hiciera falta en la Serranía para cubrir un entierro—. En el Buen Samaritano, que será su casa: sus sobrinos lo reconocen agradecidos. En la parroquia de san Ignacio. Cualquier oportunidad ha sido buena para dar una catequesis, para ofrecer una palabra, para que el Señor sea conocido. Siempre pendiente de atender al compañero, se ha desvivido por los sacerdotes de todo estilo. La llamada de teléfono de don Amalio te recordaba, a primera hora, que no se habían olvidado de tu aniversario. Se ponía nervioso si se hablaba mal de un sacerdote: todos éramos santos y buenos y punto.

Setenta años de ministerio cumplido. Imposible evocar todos los detalles. Ante todo, don Amalio nos ha hecho recordar la pasta de la que estaban hechos aquellos curas obedientes, abnegados, austeros… Un ejemplo para los que hemos llegado después y un estímulo para cumplir el sueño pastoral de san Manuel: hacer felices a los pueblos.

José Emilio Cabra Meléndez, delegado coordinador del Clero

Diócesis Málaga

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