NoticiaAdviento «Alegres en la esperanza, aguardamos a Jesús» Publicado: 12/12/2018: 9561 Jesús David Hurtado, Misionero de la Esperanza, reflexiona sobre la alegría del Adviento en el domingo Gaudete. «Estos días de Adviento, la liturgia nos invita a celebrar dos fiestas que tienen que ver con la alegría y la esperanza: el domingo Gaudete y Nuestra Señora de la Esperanza» «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús». Con estas palabras comenzaba el papa Francisco la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, con la cual mostraba a toda la Iglesia la hoja de ruta a seguir en su tarea evangelizadora. Y es que la alegría ha de ser signo de la vida cristiana, de aquel que no ha encontrado solamente una idea novedosa o una nueva moda, sino que se ha encontrado con la persona de Jesús, razón de nuestra alegría y esperanza. Es por ello que estos días de Adviento la liturgia nos invita a celebrar dos fiestas que tienen que ver con estas actitudes: el domingo de Gaudete (tercero de Adviento), y el recuerdo de Ntra. Sra. de la Esperanza (18 de diciembre). ¿De dónde viene esta alegría en este tiempo de esperanza? Precisamente ante la cercanía de lo esperado, el corazón se inflama, y grita con júbilo junto a María: ¡Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador! (Lc 1,46-47). Es grande el Señor que nos visita, que se despoja de su poder para adentrarse en las entrañas de la vida, nuestras vidas. Si tuviésemos que definir la esperanza en este tiempo, diríamos en primer lugar que no se trata de una simple espera, como aquel que está en la estación aguardando a que llegue su tren. La esperanza, para que sea realmente esperanza, nos habla de un bien futuro, arduo y posible. Un bien que esperamos alcanzar con el tiempo, que no es difícil de conseguir, pero que nos sigue moviendo a caminar hacia él porque creemos poder conseguirlo. Este bien futuro, arduo y posible es precisamente la salvación, que nos llega envuelta en pañales. La alegría (fruto del Espíritu – Gal 5,22) y la esperanza (virtud teologal) vienen de la mano en este tiempo de Adviento, la primera como consecuencia de la segunda: porque esperamos al Mesías que ha de llegar, y porque sabemos que la esperanza no defrauda, estamos alegres. Pero la esperanza cristiana puede parecer metafórica, contraria a lo que ven nuestros ojos ante tantos signos de desesperanza con los que somos bombardeados cada mañana: una crisis económica de la que no acabamos de salir; el peligro del armamento nuclear, el terrorismo y la inseguridad que ello provoca; la inmigración, el rechazo a la acogida de nuestra envejecida Europa, las muertes en el Mediterráneo… ¿Cómo hablar de tiempo de esperanza? ¿cómo decir que hay alguien que viene a traernos la alegría de la salvación? Si nos quedamos en la superficie de los acontecimientos, quizá no seamos capaces de ver más de lo que aparece ante nuestros ojos. Pero hay un segundo modo de acercarnos a la realidad. Dorothee Sölle, teóloga protestante alemana, nos invita a hacer un «viaje de ida», es decir, a taladrar la realidad de lo que vivimos, de los acontecimientos que nos salen al paso, para descubrir en ellos el mensaje de Dios que traen. Y es precisamente la esperanza el motor que pone en marcha estos viajes de ida. Estos últimos días de Adviento y “el tiempo de Navidad son momentos propicios para comenzar a practicar estos «viajes de ida», para no quedarnos en lo superficial y adentrarnos, taladrando la realidad, en el mensaje profundo que Dios quiere hacernos descubrir en un niño envuelto en pañales, en manos de María y custodiados por José.