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Semblanza del sacerdote Rafael Gómez Marín

Misa corpore insepulto por el descanso eterno de Rafael Gómez Marín · Autor: A. MEDINA
Publicado: 12/11/2018: 13003

Esta mañana, de camino a la formación permanente del clero, nos íbamos enterando del fallecimiento de nuestro hermano Rafael. A muchos nos surgía el recuerdo de alguna última conversación, un encuentro, un saludo; quizás con la alusión a un libro o alguna anécdota histórica de nuestra diócesis.

Rafael había heredado de su padre el gusto por el saber. Hijo de Antonio y Patrocinio, nació en Málaga el 1 de marzo de 1934, el menor de ocho hermanos. Uno de ellos, Pedro, fallecía hoy justo hace un año. Don Antonio, el padre, era un hombre sencillo que hizo todos los esfuerzos por que sus hijos estudiasen. Hoy los sobrinos de Rafael dan fe y mantienen vivo ese cariño familiar.

Con diez añitos entra al Seminario. Allí encontrará el ambiente de oración, de estudio, de compañerismo, que ha forjado tanto tiempo a nuestros curas. El suyo fue un curso numeroso, el que se ordenó en el 56; las ordenaciones más numerosas de aquellos años, cuentan… Y las más numerosas desde entonces, aunque Rafael, muy joven, tuvo que esperar al año siguiente. Nombres que todavía resuenan como historia agradecida de nuestra diócesis: Parrilla, Pepe Burgos, Ernesto Wilson, Loriguillo, Rafael Calvo… Forjaron una amistad duradera, de la que no se desengancharon los que —por avatares de la vida o de los tiempos— buscaron después otros caminos. Y entre sus grandes amigos, además, la huella del inefable José María González Ruiz.

Recién ordenado, su primer destino será coadjutor de Coín, con don Ramiro, que también deja marca en el joven cura. Luego Comares, recorriendo a caballo las escuelas rurales; Cañete, Málaga, Benagalbón, Moclinejo… Hasta hace muy poco, meses, Rafael era nuestro párroco más veterano en ejercicio, párroco de Los Gámez. El mundo de la comunicación, en la radio, la revista Puente, las clases, el Asilo de los Ángeles… Un ministerio rico. Y, por poco que hayamos conocido a Rafael, sabemos que su otra pasión fueron los libros, los archivos, la investigación. Títulos que combinan su devoción por la historia con su amor por la Iglesia de Málaga: La Colegiata de Antequera, Málaga en la Revolución Francesa, Salmo malagueño, Geografía de la Iglesia de Málaga, la biografía de Valentín Ortigosa, ese “obispo intruso” que tanto interés le despertaba... Y así hasta el final: hace un par de días entregaba un tomo grueso, mecanografiado, sobre la historia de nuestra diócesis.

En sus últimos años, quienes han convivido con él en la Residencia sacerdotal nos insisten en un hombre de amor sincero por la Iglesia de Málaga, a la vez muy libre y muy obediente. Con un sentido del humor fino y capaz de aportar una palabra sensata en los conflictos.

La capilla del Seminario despide hoy a Rafael. Cuánto sabría el sagrario de su oración y de la de sus compañeros; de sus ilusiones, de sus luchas. Cuánto sigue sabiendo hoy. Y sobre el altar, la misma frase, el sueño de san Manuel: «Pastor Bone, fac nos bonos pastores».

José Emilio Cabra Meléndez

Palabras del sacerdote Rafael Pérez, delegado de Medios de Comunicación de la Diócesis de Málaga, en "Iglesia en Málaga"

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