“¿Y quién es mi prójimo?” pregunta el letrado a Jesús. Nosotros también nos lo preguntamos porque, en muchas ocasiones, nos es más fácil hacer el bien a los desconocidos que no vemos, que a los que tenemos cerca y nos “huelen mal”. Hace unos días explicaba el papa Francisco que «ante el sufrimiento de tanta gente agotada por el hambre, por la violencia y la injusticia, no podemos permanecer como espectadores. ¡Ignorar el sufrimiento del hombre significa ignorar a Dios! Si yo no me acerco a aquel hombre, a aquella mujer, a aquel niño, a aquel anciano o aquella anciana que sufre, no me acerco a Dios».

El Samaritano, al ver al hombre herido tuvo compasión, «es decir, ¡el corazón, las vísceras, se le conmovieron! Ahí está la diferencia. «Los otros dos “vieron”, pero sus corazones permanecieron cerrados, fríos. En cambio, el corazón del samaritano era sintonizado con el corazón de Dios», recalca el Papa.

Corazones sintonizados con Dios son los que necesita nuestra sociedad, los que necesitamos nosotros. La Iglesia de Málaga, en ese empeño por sintonizar, sigue avanzando en la puesta en marcha de “Calor y café”, el nuevo centro de estancia nocturna y acogida para personas que duermen en la calle, que pondrá en marcha Cáritas Diocesana en este Año de la Misericordia. Ahí también está nuestro prójimo, nuestros samaritanos.