Hoy, día del Corpus Christi, resalta de un modo especial el sabor eucarístico del Evangelio de la multiplicación de los panes y los peces. Es el día en el que la comunidad cristiana, compadecida ante las necesidades de los hombres y mujeres de su tiempo, recibe de nuevo, como los discípulos, el mandato de Jesús: dadles vosotros de comer. La colecta realizada en favor de Cáritas es un modo de revivir esta escena evangélica y de hacer vida la gracia recibida en el Pan vivo bajado del cielo, Jesús nuestro Señor. Siendo éste un hermoso sentido de fecha tan señalada, cabe recordar la enseñanza de nuestros obispos, hace un año, en la instrucción pastoral Iglesia servidora de los pobres.

En ella, nuestros pastores nos recordaban que, por encima de la pobreza material, hay otra menos visible pero más honda, que afecta a muchos en nuestro tiempo y que trae consigo serias consecuencias personales y sociales. Ignorar a Cristo constituye una indigencia radical.

En un momento de la historia en el que volvemos a sentirnos atacados por nuestra fe, es fácil reducirla a un esfuerzo ético por un mundo más justo, ocultando su dimensión trascendente y olvidando que no hay mayor pobreza que no conocer a Cristo.

Sentados en grupos de cincuenta, lo que podría ser una bella imagen de cada una de nuestras parroquias, estamos llamados a ofrecer el alimento espiritual que nuestros hermanos necesitan. Nos están reclamando a gritos el beneficio de una nueva evangelización.