La Solemnidad de Pentecostés nos recuerda y nos renueva cada año la fuerza del Espíritu Santo. Es el punto culminante del Tiempo Pascual, en el que hemos venido contemplando las consecuencias que realizó en aquel grupo temeroso de discípulos la presencia de Jesús vivo y resucitado. Esta presencia los transforma de tal manera que los convierte en testigos valientes, que llevan la Buena
Nueva de la salvación por todo el mundo. Esta transformación es tan profunda que ha cambiado la relación con Dios y con los demás. Ya nada será igual. Todo es nuevo.

Esta transformación es fruto también de haber recibido la fuerza de lo alto, el Defensor prometido por Jesús en la Última Cena. Este Defensor es el que les ayuda a entenderlo todo y a recordar todo lo dicho por Jesús. Este Defensor enviado por el Padre es el Espíritu Santo. Es la fuerza de lo alto que mantiene en pie el testimonio de la naciente Iglesia y que se regala como don a todos los que reconocen a Jesús
como Salvador y creen en Él.

Este Espíritu ha sido derramado también sobre nosotros. El papa Francisco pregunta: ¿Qué nos dice el
Espíritu Santo? Dice “Dios te ama, Dios te quiere bien”. Amemos verdaderamente a Dios y a los demás como Jesús. Porque el que ama es el que guarda su palabra. Dejémonos guiar por el Espíritu Santo.
Permitamos que nos hable al corazón para descubrir que el camino que tenemos que recorrer es el camino del amor, de la misericordia y del perdón. Dejemos que la fuerza del Espíritu nos lleve por los
caminos de Dios.