DiócesisComentario al Evangelio

Comentario al evangelio del Domingo II de Pascua

Publicado: 31/03/2016: 892

La profesora de la UMA Esperanza Sanabria ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo II de Pascua.

La confesión de fe de Tomás

Las señales de la tortura y del modo de muerte de Jesús son dolorosas y sangrientas; nos producen tristeza, desazón y un estado emocional que precisa de otras notas positivas para no dejar cerradas las puertas, para abrirnos a la novedad de la Resurrección.

A través de la luz de la Resurrección, la sombría experiencia de muerte se transforma en claridad que llena nuestras vidas de gozo y de paz. 

Con el Resucitado todo se transforma, el invierno deja paso a una florida primavera, el miedo a una amable esperanza, el fracaso a una anhelada victoria, la pasividad a una solícita acción.

El Espíritu confiere su poder misericordioso para que los discípulos otorguen el perdón de los pecados de las gentes, en nombre de Dios. Lo que celebramos hoy en la fiesta de la Divina Misericordia.

El discípulo incrédulo, que no ha recibido aún el don y la paz del Espíritu, quiere regresar a las señales de muerte y de dolor, a las heridas físicas del crucificado. Jesús en persona, ya glorificado, le lleva a la auténtica fe, sin menoscabo de su libertad, concediéndole la oportunidad de acrecentar su debilitada fe.
¡Señor mío y Dios mío!, confiesa Tomás, sin tener ya la necesidad de volver a la materia de un dolor que ha sido redimido, cuya huella se ha vuelto liviana, luminosa, cálida y transformante.

¡Señor mío, mi Dios Resucitado! ¡Abre todas las puertas y condúcenos a la fe y a la paz! ¿Y tú, todavía quieres meter el dedo en el agujero de los clavos y la mano en el costado?

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