El evangelio de hoy es una perla preciosa que Dios regala a la humanidad. Habla de Alguien que tiene entrañas de padre. De un padre que deja ir libremente a su hijo decida lo que decida y le cueste lo que le cueste.

Pero sabe que éste es mucho más que sus decisiones y conductas. El hijo de sus entrañas está por encima de todo ello. 

No le importa lo que ha hecho; sino él, dañado y perdido por todo lo que ha podido hacer.

Y como no se queda estancado en el resentimiento, cada mañana otea el horizonte a la espera del regreso.

Y de la gratuidad nace el ir a su encuentro, el abrazo, el beso, la fiesta y el ternero cebado. Y es que la ocasión se lo merece. ¡Pelillos a la mar! ¡Que estaba perdido y ha sido encontrado!

Y ambos hermanos se parecen más de lo que creemos. Por ellos, el ternero seguiría vivo. El menor no se sentía merecedor. El mayor creía que la ocasión no lo merecía. Y es que para ambos la persona vale en función de lo que hace.

Y el padre sigue intentando persuadirnos para que entremos a la fiesta. Porque la misericordia atraviesa la superficie de los hechos para centrarse en el corazón de cada persona.

¡Cristianos, judíos, musulmanes, hombres y mujeres de buena voluntad! Estamos de enhorabuena. ¡Qué joya de mensaje!