DiócesisComentario al Evangelio

Comentario al evangelio del Domingo IV del Tiempo Ordinario

Publicado: 29/01/2016: 1124

El delegado de Apostolado Seglar, el sacerdote Francisco Castro, ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo IV del Tiempo Ordinario.

En la sinagoga de Nazaret, todos esperan que las palabras de Jesús estén a la altura de su fama, extendida por toda Galilea. Jesús comienza a hablar y, de forma velada, declara ser Él mismo el Mesías: en Él se cumple la promesa de Dios. Le avalan sus obras, presagiadas por el profeta. Jesús, sin embargo, no pretende imponerse a nadie. El “hoy” de la salvación que anuncia se cumple para cada uno en la medida en que abre su vida a la fuerza renovadora del Evangelio y se adhiere a su Persona. Resulta escandaloso: Dios nos envía sus señales y nos pide acogerle en medio de nuestras circunstancias, sean estas las que sean. Es justamente ahí, en nuestra situación de indigencia, en nuestra lepra, donde quiere el Señor hacer valer su poder misericordioso. La salvación es hoy, para nosotros. Acoger un amor así exige una gran humildad.

Pero hay un escándalo mayor: cuando se trata de los otros, los de fuera, los desechados, los que no están en regla... ¿La salvación es también para ellos? A los vecinos de Nazaret no les interesaba aquel mensaje y rechazaban al mensajero. Creían conocer muy bien a Dios y también a aquel “hijo del carpintero”. Dios, pensaban en el fondo, era judío. Por el contrario, Jesucristo pone en evidencia lo ridículo de sus pensamientos, al manifestar definitivamente que Dios derrama su misericordia sobre todos. Esa es, precisamente, la prueba de la que se nos pide no dudar, ni nos es lícito reclamar otra. La misericordia es el mayor milagro.

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