¡Sí! ¡Que empiece la Fiesta de la presencia redentora del Dios-con-nosotros! «Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él». Con estas palabras tan sencillas se resume en este domingo todo aquello que se ha venido anunciando como promesa irrevocable a lo largo de los tiempos: Promesa de Salvación.

Ante la tristeza de la fiesta que se “agua”, y ante la mediación de María, Jesús con voz firme y voluntad resuelta, materializa uno de esos gestos que devuelve la alegría. ¡Serán tantos a lo largo de su vida! Ya lo había anunciado el profeta: «… no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha». Y expectantes esperábamos que llegara el momento de reconocer el paso del Mesías por nuestro tiempo. Pues llegó el tiempo: tiempo de fiesta y de alegría, de perdón y de misericordia, tiempo de esperanza, de horizontes abiertos, tiempo de encuentro. Encuentro con el Dios que nos rescata. Y en la fiesta, tú y yo. 

Actores de la misma Buena Noticia. «… pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común». No te quedes observando desde fuera. Entra a la fiesta y prueba el Vino Nuevo de la Alegría. Tráete a alguien. Ahora sí: ¡Que empiece la Fiesta de la presencia del Dios-con-nosotros!