DiócesisHomilías Mons. Dorado Domingo IV de Cuaresma. Ciclo B Publicado: 26/03/2006: 1322 1.- La Palabra de Dios que hemos proclamado en las tres lecturas de hoy nos invita a descubrir que Dios nos ama, a ponernos en sus manos, a confiar en su amor liberador, a vislumbrar en el amor a Dios y al hombre la verdad de la existencia. Para que seamos hijos de la Luz y testigos de esa Luz que es Jesucristo. Para que pasemos de la muerte a la vida, amando con obras y con palabras. Creer significa eso: darse cuenta de que el gran misterio y el motor de la vida del hombre es el Amor, pues Dios es Amor, y abandonarse luego en sus manos. Cuando la persona se siente amada por Dios, ve como en lo profundo de su ser se desencadenan esas tres fuerzas misteriosas y creativas que llamamos virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor. 2.- La Primera Lectura de la Misa nos enseña que el amor de Dios se puede hacer presente en la historia de sus hijos a través de personas que no son cristianas. En este caso, el rey Ciro, un gobernante pagano, del que Dios se sirve para que su pueblo, que estaba pisoteado y esclavizado, encuentre la libertad. Lo que distingue a un creyente de verdad es su capacidad para ver la acción de la Divina Providencia en los acontecimientos de cada día. 3.- El Evangelio de la Misa de hoy nos dice que la grandeza del amor de Dios al hombre se revela en la Cruz de Jesucristo, que nos amó hasta dar la vida por nosotros. Pues Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al hombre, sino para que éste se convierta y descubra que Dios le ama con la ternura de una madre. O lo que es igual, el amor que Dios nos tiene y el amor con que debemos amar a los otros. Por eso dice el Evangelio de hoy: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”. 4.- Por el Sacramento del Bautismo Dios nos hace hijos suyos y pone en el corazón de cada uno la semilla de ese amor: “El amor de Dios se derrama en nosotros por el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Una semilla que cada persona debe cultivar y desarrollar con la libertad de los hijos de Dios. Como dice en la Segunda Lectura de la Misa: “nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras”. Pero deja en nuestras manos que vivamos como hijos de la Luz, siguiendo sus mandamientos, o apaguemos esa Luz para que no se descubra que nuestras acciones son contrarias al Evangelio. En este cuarto Domingo de Cuaresma en el que, con la gracia de Dios, queremos apresurarnos, con fe viva y entrega generosa, a celebrar las próximas fiestas de la muerte y la Resurrección del Señor, le pedimos a Dios, “Luz que viene a todo hombre que viene a este mundo”, que “ilumine nuestro espíritu con la claridad de su gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de Él y aprendamos a amarle de todo corazón” (Oración después de la Comunión). Es bueno que la Palabra de Dios nos sitúe hoy ante el gran amor que Dios nos tiene, porque sólo seguiremos el camino de la conversión hacia la Pascua si nos mueve un gran amor. El amor de Dios tiene un nombre ¡Jesucristo!”. “Sin Él no podemos hacer nada”. Sin Él nuestra conversión será una pasión inútil y sin Él la fe sería una necedad. Es preciso que nuestra fe sea amorosa y que nos convenzamos de que para creer y progresar necesitamos amar y dejarnos amar por Dios. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Domingo IV de Cuaresma. Ciclo CIV Domingo de Adviento. Ciclo A Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir