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Curas de carretera

Publicado: 30/10/2013: 3850

«Dios mío, no sé por dónde voy pero sé que vas conmigo». Son muchos los sacerdotes que piensan esta frase cuando la niebla o la lluvia les sorprende por las carreteras de montaña por las que transitan a diario para llegar de un pueblo a otro. Y es que, sólo entre tres sacerdotes suman 110.000 kilómetros al año para llegar a los numerosos oficios que celebran en sus pueblos.

Son muchos los sacerdotes que, además de sus obligaciones como párrocos, deben recorrer largas distancias por carreteras secundarias para ponerlas en práctica. Estas líneas pretenden ser un pequeño homenaje a todos ellos, por hacer que el Señor esté presente en cada pequeño rincón de esta diócesis.

INVIERNO, FRÍO Y NIEBLA

Canillas de Aceituno, Sedella, Salares, Río Bermuza, Pasada de Granadillo, Rubite, Gaucín, Estación de Gaucín, Benarrabá, Benadalíd, Cañete la Real, Cuevas del Becerro, Serrato y la Atalaya es la larga lista de pueblos que atienden sólo tres sacerdotes de la Diócesis de Málaga. 

«No se puede contar, hay que pasarlo. Hasta que no te metes en esas carreteras en invierno con la niebla, y piensas: “Dios mío, yo no sé por dónde voy pero sé que vas conmigo" ese momento no se olvida, porque son carreteras muy duras, de muchas curvas y pavimento muy estrecho» explica el párroco de Gaucín, Estación de Gaucín, Benarrabá y Benadalíd, Rafael Navarro. «El miedo no es tanto por nosotros sino por nuestros padres. Desde que vinieron los míos y vieron las carreras por las que voy a diario, siempre están: "niño ten cuidado, no corras..." Yo llevo cuatro años en esta zona, porque mi primer año aquí fue como diácono. Así que, cierro los ojos y ya sé por dónde voy. Recién llegado iba tarde y no me caí por un barranco porque Dios no lo quiso. Como cura de varios pueblos, se sufre mucho porque la gente te demanda y no entiende que tú no eres exclusivo de ese pueblo. Sufres porque te das cuenta de que no llegas a todos como tú quisieras. Sobre todo en fechas señaladas, como este fin de semana, que celebramos el día de los Todos los Santos y de los Fieles Difuntos. Celebramos las misas diarias en los pueblos, más las misas de los difuntos, los responsos en los cementerios, las bendiciones, la misa del domingo... Todo eso multiplicado por cuatro y corriendo con el coche. Pero a pesar de las dificultades, uno tiene la certeza de que el Señor está a tu lado, lo que te hace crecer en alegría y llena de sentido tu vida. Quien se pone en las manos del Señor no queda nunca defraudado».

NECESIDAD DE VOCACIONES

José García Macías es párroco de Canillas de Aceituno, Sedella, Salares, las pedanías de Río Bermuza, Pasada de Granadillo y Rubite. Es, además, profesor de Religión en el Instituto de Periana y dice sonriendo «cada vez que hay ordenaciones me vuelvo loco de contento, porque pienso que así somos más para compartir los pueblos. Por eso, siempre pido a la gente que rece mucho por las vocaciones. A pesar de atender varios pueblos, siempre intentamos llegar porque los feligreses nos están esperando. Salvo una vez que hubo una nevada muy grande y cortaron la carretera. Procuramos organizarnos según las necesidades. En Sedella y Salares, por ejemplo, se celebran los bautizos los domingos dentro de la misa. Además no hay muchos, porque son poblaciones pequeñas. Las bodas intentamos ajustarlas también».

«Cuando estás tantas horas en la carretera te pasa de todo. Una vez recogí a un autoestopista y se confesó en el trayecto, e incluso uno de los guardias civiles de la zona está interesado en que celebre su boda» comenta Jesús Hernández, párroco de Cañete la Real, Cuevas del Becerro, Serrato, la Atalaya y capellán de las Carmelitas Calzadas de Cañete la Real. «A la gente le cuesta trabajo entender que tiene que compartir al cura, algunos dicen que antiguamente esto no pasaba. Pero por desgracia, esto es como lo del chicle que, mientras más se estira, más fino se hace. Pues igual pasa con el cura, mientras más se estira, más fina es su presencia. A nosotros nos gustaría visitar más a los enfermos y otras muchas cosas pero no es posible. A pesar de que hay mucha gente que piensa que la vida sacerdotal es muy dura, yo pienso que más duro lo tienen muchos seglares. En la vida todo es duro, pero es bonito si se vive desde el Señor. Pero ser sacerdote merece la pena. Yo siempre digo que soy un sacerdote fruto de la oración, porque cuando mi abuela supo que iba a ingresar en el seminario, me dio una caja de parte de mi abuelo, ya fallecido, y me dijo: “tu abuelo llevaba 40 años rezando para que un nieto suyo se hiciera sacerdote. Cuando abrí la caja contenía un alba, una estola, un porta viático y un cáliz"».

Autor: Beatriz Lafuente @beatrizlfuente

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