NoticiaHistoria de la Iglesia Concilio IV de Constantinopla, comienza el cisma de la Iglesia Publicado: 01/07/2013: 12175 Este Concilio fue reconocido como ecuménico por la Iglesia Católica y no por la Iglesia Ortodoxa griega. Un nuevo sínodo realizado en Constantinopla (879-880) y presidido por el rehabilitado Focio rechazó las conclusiones del IV Concilio de Constantinopla. De esta manera se rompía el acercamiento entre ambas Iglesias. La separación entre Oriente y Occidente fue lenta pero inexorable. Las rivalidades comenzaron desde la división del Imperio Romano a raíz del testamento de Teodosio I. Poco a poco fueron distanciándose ambos bloques por diversos motivos: diferencias de cultura, de idioma, de liturgia, de leyes, de política, de costumbres, de carácter, de mentalidad. La Iglesia griega estaba vinculada al poder bizantino; el emperador nombrado destituía a los patriarcas de Constantinopla según sus conveniencias. En el siglo anterior, el ambiente de ruptura se había incrementado a raíz del furor iconoclasta tan mal visto por los occidentales. La reciente creación del Sacro Imperio Romano motivó el distanciamiento de los papas que, en adelante, ya no buscarán la protección de Bizancio. Dos imperios diferentes y distintos aparecen en el seno de la cristiandad. Las dos iglesias terminarán por no entenderse. En el año 847 es proclamado en Constantinopla un nuevo patriarca, san Ignacio, gran defensor de la fe y de la pureza de costumbres. A un personaje de palacio llamado Bardas, el patriarca Ignacio le niega la comunión eucarística por vivir incestuosamente con su nuera. Bardas juró vengarse. Acusó a Ignacio de participar en una conspiración contra la vida del propio Bardas. Ignacio fue desterrado y, en su lugar, fue designado patriarca de Constantinopla un seglar muy culto, pero ambicioso e intrigante llamado Focio. En seis días recibió todas las órdenes sagradas de manos de un obispos excomulgado. La consagración era ilícita, pero Bardas consiguió que fuera aceptado el nuevo patriarca. Focio reunió un sínodo que declaró depuesto al papa (867) y escribió dos encíclicas acusando a los occidentales de imponer el celibato a los clérigos, de falsear el símbolo de la fe con la fórmula "Filioque", de no permitir a los sacerdotes administrar la confirmación y de otras menudencias como el afeitarse, ayunar los sábados, usar lacticinios (manjar de leche) en la primera semana de Cuaresma... Pero las circunstancias empezaron a ser desfavorables para Focio, pues Bardas caía asesinado. Una revuelta en el palacio imperial provocó el asesinato del emperador Miguel III el Beodo, gran protector de Focio. El nuevo soberano Basilio I depuso a Focio y devolvió la sede patriarcal a Ignacio, restableciendo la paz con Roma. El nuevo papa Adriano II convocó un concilio: el IV de Constantinopla y envió tres legados. El Concilio se celebró en Santa Sofía. Comenzó sus sesiones en octubre del 869 y se clausuró en febrero del 870; se celebraron diez sesiones. En la primera sesión fue juzgado y condenado Focio. Nuevamente se condenó el iconoclasmo y se proclamó el carácter primacial del obispo de Roma. Focio estuvo presente en las sesiones quinta y séptima y no quiso reconocer su culpabilidad. En la última sesión se presentó el emperador Basilio y su hijo; en ella se promulgaron 27 cánones. El tercero proclama la veneración de las imágenes del Salvador, de su Madre Inmaculada, de los ángeles y de los santos. El undécimo condena la extraña teoría de la existencia de dos almas por persona: el hombre tiene una sola alma racional e intelectiva. El duodécimo prohíbe la promoción y consagración de obispos nombrados por mandato de los príncipes. El diecisiete afirma que los concilios pueden celebrarse sin la asistencia de los príncipes seculares. Y el veintiuno proclama la reverencia y honor "al santísimo Papa de la antigua Roma" y a los demás patriarcas, anatematizando a todo aquel que intentase expulsarlos de su ejercicio pastoral. Este Concilio fue reconocido como ecuménico por la Iglesia Católica y no por la Iglesia Ortodoxa griega. Un nuevo sínodo realizado en Constantinopla (879-880) y presidido por el rehabilitado Focio rechazó las conclusiones del IV Concilio de Constantinopla. Este sínodo es considerado como el octavo ecuménico por la Iglesia griega; en él se negó al pontífice romano toda jurisdicción en el Oriente cristiano. De esta manera se rompía el acercamiento entre ambas Iglesias. Años después, Focio murió desterrado y en el olvido. Actualmente es venerado como santo en la Iglesia Oriental. El cisma había comenzado. Autor: Santiago Correa, sacerdote