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«Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna»

Publicado: 29/10/2012: 4443

El Año de la fe nos invita a poner en valor el Credo, el símbolo de nuestra fe. En este domingo previo a la celebración de la Solemnidad de Todos los Santos y de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos adquiere un especial significado el artículo con el que concluye la proclamación del mismo: "Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna". Creemos que, del mismo modo que Cristo ha resucitado de entre los muertos y vive para siempre, también dará vida a nuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en nosotros. "La resurrección de la carne significa que no sólo habrá vida del alma inmortal, sino que también nuestros cuerpos mortales volverán a tener vida", igual que el de Jesús.

El 1 de noviembre la Iglesia Católica celebra una fiesta que tiene como protagonistas a todos los cristianos santos, es decir, aquellos cristianos fallecidos que gozan de la presencia de Dios. Muchos de ellos han sido reconocidos por la Iglesia por sus virtudes y su manera de vivir, hasta el punto que se han mostrado como modelo de vida para los creyentes. Aunque hay otros tantos, que se podrían calificar de santos anónimos, que pasaron por el mundo en zapatillas, y que también protagonizan este día porque, aunque no hayan sido reconocidos oficialmente por la Iglesia, ésta entiende que gozan de la presencia de Dios. Al día siguiente, el 2 de noviembre, la Iglesia, asumiendo una antiquísima costumbre, reza por las personas que han fallecido, para que si en algo pecaron, Dios les perdone su culpa. Se trata de una oración de intercesión de los que viviendo en esta tierra imploran a Dios la purificación de los difuntos. Todo ello, con la esperanza de la resurrección de los muertos y la vida plena en Dios. Lo que el católico afirma creer en el Credo cuando dice: "Creo en la resurrección de la carne", remite a la certeza que da la fe en que todos vivimos y seguiremos viviendo en Dios eternamente, aunque nuestras constantes vitales se paren en un momento concreto de la historia, marcada por unas coordenadas concretas. Vivimos en Dios una vez que fallecemos, más allá de las leyes de la biología, la física y de las coordenadas espacio-temporales. Este tipo de vida, entendemos que tiene su gradualidad y purificación en el amor y culmina con la vida plena, con un modo de existir planificado tal y como hoy lo experimenta, desde la fe, sólo la Santísima Virgen. Más allá de cuestiones legales y gustos personales es recomendable que nuestros difuntos descansen en un lugar concreto. Que exista memoria histórica de nuestro paso por el mundo. Que podamos recurrir a lugares concretos que no se los lleve el viento para orar y reflexionar sobre nuestra historia, biografía y raíces. 

Por los difuntos se puede orar todos los días del año. Es muy recomendable ofrecer la Eucaristía por nuestros difuntos, costumbre que mantienen muchos católicos. Visitar a nuestros muertos en el cementerio es una costumbre que, indudablemente, no está circunscrita a un día concreto aunque estos días sean especiales y recomendables para traer a nuestra oración y nuestra memoria su paso por la vida.


Autor: Beatriz Lafuente

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