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«Seguiré sirviendo a la Iglesia de otra forma»

Publicado: 27/11/2008: 429

•   La despedida de D. Antonio de toda la Diócesis es el próximo domingo 30 de noviembre

El 23 de mayo de 1993, D. Antonio Dorado tomó posesión como Obispo de Málaga. Casi 16 años después, se despide de su diócesis como Obispo, pero seguirá compartiendo con ella su vida, como un malagueño más, que disfruta de su jubilación, a los 77 años.

A partir del 13 de diciembre, trasladará su lugar de residencia del Palacio Episcopal a la Casa Diocesana de Espiritualidad. ¿Cómo será su vida de ahora en adelante? En la próxima entrevista nos lo explica él mismo.

Hay personas que, cuando les llega el momento de la jubilación, se deprimen, porque no encuentran su lugar fuera del trabajo. Pero D. Antonio se plantea su jubilación como “una forma nueva y más adecuada, a mi edad, con 77 años, de seguir sirviendo a la Madre Iglesia y al Señor, de balde y con todo lo nuestro, como decía mi predecesor, el querido beato D. Manuel González”.

D. Antonio ha elegido fijar su residencia en Málaga por varias razones: “me parece que era una buena decisión quedarme en esta querida diócesis, en la que he trabajado mis últimos 15 años y donde tengo muchos amigos.

Creo humildemente que, dada la escasez de sacerdotes, tal vez pueda ayudar al nuevo obispo en la atención a las parroquias, en los distintos ministerios pastorales que me sea posible y que me encomienden, siempre, por supuesto, en colaboración y a la disposición total del obispo, a quien acepto como nuestro obispo de Málaga.

Yo supongo que el Sr. Obispo llegará unos días antes del 13 de diciembre. En esos días, dejaré la residencia episcopal preparada para su llegada y, como seguiré siendo Administrador Apostólico, procuraré vivir cerca, en la Casa Sacerdotal, para desarrollar la función que aún tengo.

En cuanto el Sr. Obispo tome posesión, me iré a mi nueva residencia, en la Casa Diocesana de Espiritualidad”.

El entrañable D. Antonio aún no sabe qué teléfono ni qué e-mail podrá usar en su nueva residencia, en la Casa Diocesana de Espiritualidad, pero nos dice que estemos tranquilos que, en cuanto lo sepa, nos lo comunicará, sobre todo “para seguir en contacto con la Delegación de Medios de Comunicación Social, que creo que es una de las experiencias más ricas que he vivido en estos 15 años en Málaga y me parece que estáis contribuyendo muy eficazmente a hacer llegar la Palabra de Dios y las noticias de la Iglesia en un mundo en que otros medios más bien las silencian”.

Muchos jubilados se apuntan al IMSERSO, y D. Antonio se está planteando colaborar con Vida Ascendente, porque “tengo una gran estima por este movimiento, en el que también humildemente colaboré para introducirlo en España, procedente de Francia.

Se trataba de incorporar, como miembros activos de la Iglesia, a gente que la sociedad comparaba con clases pasivas: los mayores. Creo que hace felices a muchas personas mayores, haciéndolas sentirse responsables de la Iglesia, de la que son parte”.

¿A qué se dedicará?

Cuando un obispo se jubila se convierte en obispo emérito. Después de dar su vida por Dios y los hermanos, ¿a qué se dedica? D. Antonio nos cuenta que “el obispo emérito sigue teniendo las mismas facultades que tenía, que provienen del sacramento del orden. Por consiguiente, tiene las mismas facultades que tenía antes: puede seguir celebrando la misa, dando catequesis, ordenando sacerdotes, impartiendo confirmaciones, etc. Lo único que cambia es que yo no tengo ya la responsabilidad última. Un obispo emérito siempre está subordinado a lo que el obispo de la diócesis crea conveniente encargarle”.

Desde 1972, dos años después de su ordenación episcopal, monseñor Dorado forma parte de distintas comisiones de la Conferencia Episcopal. Desde el próximo 13 de diciembre, “sigo siendo miembro con voz, pero sin voto. Puedo asistir a todas las sesiones plenarias y puedo intervenir. Así lo vienen haciendo mis compañeros jubilados, pero sin derecho a voto. No puedo ser presidente de ninguna comisión, pero sí puedo ser miembro que colabore en alguna comisión que se me pida o tenga interés o cualidades para desarrollar”.

Su apretada agenda durante años de episcopado, se queda mucho más libre a partir del 13 de diciembre. Aún no ha aceptado ningún compromiso en firme, pero sí le gustaría sacar tiempo para hacer el mes de ejercicios espiriuales siguiendo el método de san Ignacio. No ha podido hacerlos desde el año 1956, cuando se ordenó sacerdote. Una rica experiencia que “me ayudará a buscar lo que Dios quiere de mí en estos momentos”, afirma D. Antonio.

Autor: Revista Diócesis

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