NoticiaActualidad La oración reaviva la fe Publicado: 28/05/2007: 585 3 de junio, Jornada Pro Orantibus • Religiosos contemplativos, enamorados y seducidos por Dios Los contemplativos, hombres y mujeres, siempre han sido minoría en la Iglesia. Sin embargo, Santa Teresa de Lisieux dio en el clavo al fijarse en el corazón como el miembro del cuerpo místico que le podría cor responder a ella, una religiosa carmelita. Y podemos añadir que a todos los contemplativos. Porque en la Iglesia hay quienes desempeñan la función de los ojos, o de los brazos, de la lengua... Y los contemplativos, la del corazón. Aunque la joven carmelita se fijó en el corazón como símbolo de amor, podemos pensar en su función: bombear la sangre con el oxígeno y los nutrientes necesarios al resto del organismo. Porque la oración y el testimonio de los contemplativos fecunda y reaviva a toda la comunidad cristiana. En lugar de ser un compartimento estanco del Pueblo de Dios, constituyen una porción importante de ese organismo que es la Iglesia, y sirven para fecundar el trabajo apostólico y la vida de fe de los restantes miembros. La vocación contemplativa requiere unas cualidades nada corrientes. En primer lugar, un profundo equilibrio psicológico y una madurez notable, ya que la convivencia en un espacio cerrado no está al alcance de todos. En segundo lugar, una experiencia de Dios que se ha convertido en verdadera seducción, pues los contemplativos no dejan la vida ordinaria llevados por la misantropía o los desengaños, sino enamorados de Dios. En tercer lugar, la profundidad suficiente para desarrollar una vida llena y alegre en la soledad y el silencio. Finalmente, una mirada luminosa que les permite ponerse como meta buscar el Rostro de Dios para disfrutar de su presencia y alabarle en constante acción de gracias. Por supuesto que las tentaciones de todo tipo, incluida la del activismo, cruzan por los muros de los monasterios y conventos, porque estos hombres y mujeres gracias a Dios son humanos, muy humanos. Para darse cuenta, basta con leer los escritos que nos han dejado algunos de ellos. Escritos en los que aparecen lo más sublime del hombre e incluso lo más miserable. Para que resplandezca la gracia de Dios. Uno de los problemas más graves de la cultura occidental consiste en que se ha perdido la dimensión de profundidad, la capacidad de silencio y la valoración de lo que no produzca dinero. Tal vez por ello escasean entre nosotros las vocac iones contemplativas. Autor: Revista Diócesis