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Domingo de la Sagrada Familia (Catedral-Málaga)

Fiesta de la Sagrada Familia en la Catedral. FOTO: E. LLAMAS
Publicado: 30/12/2018: 3936

Homilía pronunciada por Mons. Jesús Catalá en la solemnidad de la Sagrada Familia, el 30 de diciembre de 2018, en la Catedral de Málaga.

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

(Catedral-Málaga, 30 diciembre 2018)

 

Lecturas: Eclo 3,2-6.12-14; Sal 127,1-5; Col 3,12-21; Lc 2,41-52.

1.- El lema de este año para la Jornada de la Familia es: “Familia y parroquia, respuesta a la soledad”. Los datos sociológicos constatan que la soledad hace gran mella en nuestra sociedad y que vivimos como «solitarios interconectados». La gente puede estar conectada a través de las redes sociales, pero sin tener una relación personal. En alguna ocasión hemos podido observar un grupo de adolescentes o jóvenes, que están juntos enviándose mensajes a través de su teléfono móvil, pero sin no hablar directamente entre ellos.

Algunos autores han acuñado el término “desocialización” para designar la crisis de la posmodernidad, que se basa en un proceso de deterioro del tejido social en las sociedades occidentales avanzadas. Se trata de un fenómeno ligado a la “descristianización” y a lo que podríamos denominar “desfamiliarización”, es decir, pérdida del valor de la familia, que promueve el individualismo y estilos de vida cada vez más aislados y solitarios (cf. Obispos de la Subcomisión para la Familia, Nota con motivo de la Jornada de la Sagrada Familia, 2019). Es importante remarcar que la pérdida de la fe o “descristianización” puede llevar al deterioro de las relaciones sociales y a la pérdida del valor de la familia.

Psicólogos y psiquiatras lo denominan “síndrome de la soledad”, que es una patología caracterizada por los síntomas del egocentrismo, la tristeza e incluso la tendencia paranoide. Viene a ser un sentimiento de desarraigo y aislamiento producido por el vacío existencial del desamor. Cuando no hay amor y solo hay cálculos de rendimiento o aprovechamiento del otro en beneficio propio, pueden aparecer estos síntomas.

El papa Francisco, en su exhortación Amoris laetitia, recoge una proposición de los padres sinodales del Sínodo sobre la familia (2015), que sostiene que una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto de la ausencia de Dios y de la fragilidad de las relaciones. Las familias se sienten también abandonadas de las instituciones, de los gobiernos, y aparecen las consecuencias negativas: crisis demográfica, dificultades educativas, rechazo de la vida naciente, la sociedad considera un peso atender a los mayores y ancianos, malestar afectivo, que a veces llega a la violencia (cf. n.43). Se camufla en nuestra sociedad una mal llamada “ley de eutanasia”, que es una forma clara de eliminar a las personas mayores, que no aportan económicamente a la sociedad.

Respecto a la crisis demográfica hay que decir que en España tenemos un índice de natalidad de 1,2 hijos por matrimonio. Para que una cultura se mantenga, necesita un índice medio de 2,8. Los musulmanes en Europa, en cambio, tienen un índice de natalidad de 7,8. A este paso, puede que dentro de alguna década Europa sea musulmana.

Todos estos datos nos deben hacer pensar. Los cristianos no podemos quedar callados ante ciertas políticas y leyes que denostan a la familia, en vez de apoyarla.

2.- Ante esta deplorable situación, la fe cristiana ofrece una solución positiva que ayuda a superar la soledad.

Según el relato bíblico de la creación Dios hizo el cosmos como algo bueno, porque el Dios creador es fuente de bondad, de armonía y de felicidad. El ser humano salió bueno de las manos de Dios (cf. Gn 1,31).

Juan Pablo II, en sus catequesis sobre el amor humano, afirma que el relato bíblico explica los motivos de la soledad originaria del hombre. La experiencia de la soledad tiene dos significados fundamentales: uno que deriva de la misma naturaleza del hombre, es decir, de su humanidad por ser creatura; y otro que deriva de la relación varón-mujer.

En el libro de Génesis, dice Dios: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2,18). Dios crea al “hombre” en dos formas de existencia: varón y hembra (cf. Gn 1,26). El hecho de que el hombre (varón y mujer) esté "solo" encierra en sí una estructura ontológica y es fruto también de su comprensión. “Sin el significado profundo de la soledad originaria del hombre no puede entenderse e interpretarse correctamente toda la situación del hombre creado a "imagen de Dios", que es la situación de la primera, mejor aún, de la primitiva Alianza con Dios” (Juan Pablo II, El primer hombre tal como aparece delineado en el Génesis, 1. Vaticano, 24.10.1979). El hombre, a través de la propia humanidad, queda constituido en una relación única, exclusiva e irrepetible con Dios; es una relación de sumisión y de dependencia del hombre-creatura respecto a su Creador.

Nuestra sociedad no quiere ver esto y considera que el hombre es creador de sí mismo ocupando el lugar de Dios-creador. El ser humano se coloca ante Dios como creatura; Dios y el hombre, varón y mujer, no están al mismo nivel. Es muy importante aceptar esta realidad.

El matrimonio es la primera forma de comunión entre personas de la que brota la familia. Existir como persona implica siempre para el hombre vivir junto a otra persona de su misma dignidad, pues vivir para el ser humano es siempre convivir. La relación entre el varón y la mujer es una forma de comunión, cuyo modelo es la vida trinitaria.

El hombre no solamente está llamado a vivir junto a otros, sino que está invitado a vivir para otros; es decir, está hecho para crear una comunión de personas. Existen muchas formas distintas de relación humana, entre ellas la amistad y el matrimonio, buscando siempre la felicidad del otro. Estamos llamados a vivir en comunión, a vivir y a desvivirnos por el otro.

3.- El Concilio Vaticano II afirma que «el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (Gaudium et spes, 22). En el ciclo litúrgico de la Navidad la Iglesia celebra gozosa la cercanía del Emmanuel, del “Dios-con-nosotros”, de modo que cada parroquia y comunidad cristiana, acogiendo el don de la Encarnación, se convierta en fuente de esperanza contra la soledad del hombre.

En este sentido Benedicto XVI en su viaje a Alemania en el año 2006 eligió el lema: «El que cree, no está solo»; y siendo ya Papa emérito, en 2017, con motivo de la inauguración de un monumento erigido en su honor en Regensburg, decía que en la era de los medios de comunicación el encuentro mediático reduce las distancias entre las personas, pero aleja de la proximidad personal. Mientras que: “Una casa es el hogar. Proporciona comunidad y seguridad. Así la imagen de la casa expresa la oposición al abandono, a la soledad que amenaza a tanta gente hoy (…). La casa, por otro lado, muestra la verdadera convivencia, en la que trabajamos juntos, nos sentamos a la mesa, saboreamos la alegría y el dolor” (Mensaje para la inauguración de un monumento en Regensburg, 12.09.2017).

4.- Queridos padres, promoved cada vez más la relación personal en casa; y evitad que los medios de comunicación no rompan vuestras relaciones. Es necesario escucharse: los esposos entre sí, los hijos con los padres y viceversa. Necesitamos dedicar más tiempo a la relación interpersonal, aunque haya dificultades por razones de trabajo y de horarios incompatibles. Hay que buscar tiempos y espacios para romper la soledad y el aislamiento.

Queridos fieles, cada familia es un lugar de comunión, un hogar de relaciones personales, un ámbito de acogida y de desarrollo de la persona. La familia ayuda a vencer la soledad negativa y promueve la relación personal con los demás. Los gobiernos tienen la obligación de proteger y favorecer a la familia, para que ésta pueda cumplir su misión. El Estado tiene la responsabilidad de crear las condiciones legislativas y laborales para garantizar el futuro de los jóvenes y ayudarlos a realizar su proyecto de formar una familia (cf. Amoris laetitia, 43).

Debemos recordar que no todas las uniones son “matrimonio”, aunque haya una ley civil que reconozca todo tipo de unión como matrimonio. No debemos hablar de “matrimonio tradicional” para distinguirlo de otras uniones; matrimonio, en sentido cristiano, se refiere solo a la unión sacramental entre un varón y una mujer. Otro tema distinto es que las otras parejas reconocidas civilmente tengan sus derechos sociales; en esa cuestión no entramos.

5.- Siguiendo el lema de este año, “Familia y parroquia, respuesta a la soledad”, también hemos de cuidar la parroquia, para que sea una verdadera comunidad de familias y construya la comunión entre personas. Cada miembro de la comunidad parroquial está invitado a salir al encuentro del que sufre, del enfermo, del necesitado, de los mayores, de los que viven solos. De ese modo la parroquia, viviendo el fuego de la caridad, acercándonos a los demás y compartiendo el don de la cercanía de Dios en Jesucristo, será fuente de gozosa esperanza (cf. Nota con motivo de la Jornada de la Sagrada Familia, 2019).

El amor de Dios se hace presente en el hogar de la familia y en el de la parroquia, donde crecemos en comunión interpersonal, que vence la soledad. Debemos cultivar ambos hogares. Vivamos como pide san Pablo: «Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia» (Col 3,12).

¡Que la Sagrada Familia de Nazaret constituya para nosotros el modelo de hogar donde la soledad quede vencida! Amén.

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