La celebración, que tiene similitud con otras tantas en la Serranía, no es más que la expresión
popular de la Resurrección, que se materializa con el procesionar de un Jesús Niño, como si éste hubiera nacido de nuevo. Se trata de una tradición antiquísima que se ha ido acomodando a los tiempos. La talla, de factura barroca, es la única pieza que se salvó de la quema de 1936. Lo del huerto hace alusión al exorno de la festividad, donde el lugar se asemeja a un vergel con árboles, plantas y hasta un pequeño huerto, como queriendo imitar el paraíso adonde se ha renacido. Al finalizar la tarde, se subasta el “rosco”, un pastel de grandes dimensiones creado para la ocasión.

Pablo Benítez