NoticiaColaboración El empresario cristiano Publicado: 21/10/2014: 18476 Javier G. de Lara, presidente de la Confederación de Empresarios de Málaga y de Andalucía, escribe una carta abierta sobre el empresariado cristiano. Personalmente, he tenido la fortuna de sentirme muy próximo, desde las primeras etapas de mi vida, a la Iglesia. Más tarde, cuando se inició mi andadura profesional, quise continuar cercano a mi fe, porque creo firmemente que la doctrina social promulgada por nuestra Iglesia simboliza lo que tenemos los cristianos que hacer por los demás y nos guía acerca de cómo transformar esta sociedad, siendo testimonio y espejo de nuestra propia fe, haciéndonos orgullosos de nuestra identidad como creyentes. Los cristianos representamos un modelo diferente de entender la vida, con un sentido donde caben perfectamente el desarrollo personal, el desarrollo empresarial y el desarrollo social, pero partiendo siempre desde un principio de justicia. Es el Dios de los cristianos quien, como prolongación de su obra salvadora, instituye la Iglesia y la envía a la misión sin fronteras de una humanidad más de Dios y más digna del hombre. Precisamente esta institución, con su ingente labor, está con todos, trabajando cada día por una sociedad mejor y más justa. En estos tiempos que vivimos, nos sugiere con su testimonio y ejemplo un compromiso profundo que, a partir de una renovación moral, nos impulse a una forma de vida más austera y solidaria, y a una acción comprometida que abra horizontes, suscite esperanzas y nos ayude a compartir en favor de los que más lo necesitan. En este contexto social, la fe no puede seguir considerándose como un presupuesto obvio de la vida cotidiana; es necesario proponerla, compartirla y hacerla visible en todos los ámbitos de nuestra existencia. Desde el punto de vista empresarial, esto se traduce en una acción permanente de difusión del esfuerzo, el sacrificio, la capacidad de superación y tantas otras cualidades esenciales para la buena marcha de nuestra sociedad. Y también a través de las acciones de Responsabilidad Social Empresarial, nuestras empresas constituyen un pilar imprescindible para la evolución de una sociedad que, más que nunca en tiempos de crisis, reclama estabilidad y coherencia. No me cansaré de repetir que sin ética no puede haber éxito: ni vital, ni social ni empresarial. El buen hacer, el rigor, el diálogo y la búsqueda de consenso han de ser pilares irrenunciables en todos los ámbitos de nuestra vida. Y debo hacer hincapié, por último, en la necesidad de trabajar unidos, desde todos los órdenes y ámbitos, para que el crecimiento de la sociedad sea armónico y nos permita avanzar en conjunto, de forma global, sin olvidar a aquellos colectivos que, por diversas causas, están más expuestos a quedar olvidados o relegados. En tiempos complicados como los actuales es fundamental tener la mano tendida al que sufre, al que lo necesita, con generosidad y buen ánimo. Estas, con las que he mencionado, deben ser, a mi entender, algunas de las señas de identidad de todo empresario cristiano.