NoticiaColaboración Juan Manuel Parra: «Quien más tiene, menos da» Publicado: 25/09/2013: 4225 La parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro dibuja dos mundos cerrados y antitéticos: el mundo de la riqueza, protagonizado por “un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y banqueteaba” y el mundo de la pobreza, curiosamente con nombre propio, Lázaro, que significa “Dios ayuda”. La viveza de la parábola es grande y denunciadora, ayer y hoy, de situaciones sociales que “claman al cielo”. Pero es un clamor que no es escuchado. Y ahí reside el corazón de esta parábola. ¿Qué es lo que nos lleva a no poder oír, a hacernos insensibles a la palabra y a la situación de los otros? La riqueza. Jesús advierte al discípulo del peligro que entraña la riqueza: el rico se puede convertir en insensible, en un mundo cerrado que no escucha ni a los pobres ni a Dios. Esta parábola no es un cuento. Es una realidad actual más extendida de lo que parece. Con facilidad nos hacemos insensibles al otro y a Dios. El hecho de haber experimentado la pobreza y la necesidad no es salvoconducto de apertura al que nos necesita. Hay nuevos ricos que olvidan pronto sus raíces y se convierten en personas insensibles tanto o más que los ricos de siempre. El Papa Francisco pronunció en la isla italiana de Lampedusa, el 8 de julio de 2013, estás palabras: «La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos vuelve insensible a los gritos de los otros, nos hace vivir en burbujas de jabón, que son lindas, pero no son nada, son ilusión de la superficial, de lo provisorio, que lleva a la indiferencia de los otros. Más aún, lleva a la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no tenemos nada que ver, no nos interesa, no es mi problema!». Lo malo de los bienes no es tenerlos ni desearlos. Lo malo está en que quien más tiene, menos da. Jesús avisa de que la suerte final dependerá de cuanto hayamos querido compartir. Escuchar la realidad del hermano que sufre necesidad es la medida para escuchar a Dios. Dios es superfluo para quien no se enternece ante el estado de necesidad del prójimo. Autor: Juan M. Parra, párroco de Santo Domingo de Guzmán