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Semblanza de José Villalobos, diácono

Publicado: 24/08/2007: 2348

 

Celebramos ahora la Eucaristía, la oración por excelencia de Acción de Gracias, agradeciendo a Dios lo que ha sido la vida de tu padre, de vuestro hermano, de vuestro familiar, de vuestro vecino, de nuestro amigo, de nuestro hermano Diácono Pepe Villalobos.

Todos lo sabemos, Pepe ha sido un hombre bueno, un hombre muy bueno, un bendito de Dios. Cierto, el Señor al recibirlo en su reino habrá tenido que utilizar las expresiones del Evangelio al que aludía antes: Ven, bendito de mi Padre, porque siempre fuiste un gran servidor de los demás.

Pepe nació en octubre de 1924: tenía ahora 82 años. Fue ordenado Diácono en junio de 1981, por el entonces Obispo nuestro Don Ramón Buxarrais, hace 26 años: precisamente el año pasado celebrábamos sus Bodas de Plata como Diácono. Y, lo recordamos, ha sido el primer Diácono Permanente ordenado en nuestra diócesis de Málaga.

En su profesión, comerciante de electrodomésticos con su furgoneta, muy buen servidor siempre. Como esposo y padre, ejemplar. Su casa, con las puertas abiertas -“abiertas” materialmente, de verdad- para todos.

Y Diácono. Si alguien nos pregunta alguna vez ¿Qué es un Diácono? Podremos contestar, sin ninguna duda: Lo de Pepe Villalobos. Es decir, un hombre de Dios y un excelente servidor de los demás.

Estaba casado con María: ¡qué buen complemente el uno para el otro! Y qué detalle de la vida: hace dos años, hoy 25 de agosto, se “separaron”, falleció María; y hoy, dos años después el mismo día, “se reencuentran de nuevo”. Habrán sido un beso y un abrazo muy especiales. Y Dios, una vez más, como testigo del amor entre ellos, y como fuente y origen de ese amor de ellos.

Porque si algo especial hemos de agradecer hoy a Dios de la vida de Pepe, sabiendo que todo lo suyo es para agradecerlo, sí que debemos destacar la humildad y el servicio.

Sí, un hombre sensible para con los demás. Para él, todos han estado antes que él; con sencillez y humildad en todas las circunstancias.

Y sirviéndolos –diácono- con toda el alma, y con gozo y alegría. Hasta los niños y los monitores de los campamentos del Junior acertaron al “bautizar” la furgoneta de Pepe: le llamaban a su furgoneta Madre Milagro. Es verdad, allí entraba todo: había que portear niños, pues niños; se necesitaban víveres, pues los sacos de papas y las cajas de tomates; los muebles de quien fuera y a donde fuera… Pepe, servidor; y sus cosas, herramientas para servir.

Y todo esto compartiéndolo con María. Hoy se han reunido de nuevo, ahora en el cielo, sin que los separe ya nada ni nadie. Nos alegramos con ellos dos.

Y por nuestra parte, sólo dos cosas, sencillas pero muy grandes:

- Agradecemos a Dios su persona y su vida.

Cuando a San Agustín le falleció su madre se dirigió al cielo diciendo: No vengo, Señor, a decirte “por qué me la has quitado”, vengo a decirte “gracias porque me la has dado”.

Parafraseando a San Agustín, hablamos también nosotros hoy: Te decimos, Señor, gracias por el padre, el hermano, el amigo… que nos has dado.

- Y segunda cosa, pedimos a Dios que haga nuestro corazón capaz de aprender de la vida de este hermano nuestro, que nos conceda, como a él:

Saber pasar humildemente por la vida, viviendo con hondura.

Y ser siempre -mujeres y hombres de Dios, servidores gozosos y alegres de los demás.

Por último, decir, en nombre de muchos sacerdotes y de nuestro Obispo, que hoy (tarde de sábado, con tareas en todas las parroquias), tanto el Sr. Obispo como muchos sacerdotes no pueden estar físicamente aquí, pero sí que expresan su sentimiento y se unen a esta oración que hacemos nosotros ahora.

Antonio Aguilera Cabello

Autor: diocesismalaga.es

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