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Humor en el Seminario

Sagrado Corazón de Jesús que corona la fachada de la capilla del Buen Pastor, en el Seminario · Autor: Q. MATEO
Publicado: 24/03/2018: 16602

Cuando entré en el Seminario, a mediados del siglo pasado, una de las cosas que más me llamó la atención fue la capacidad de humor y risa que teníamos. Y es que el humor libera, ayuda a madurar y a descubrir los matices cómicos de la vida. Por eso, estoy convencido del humor y la sonrisa de Dios. El humor de Jesús lo doy por supuesto, pues un Dios que se hace hombre y respeta la libertad humana es de una altura tal que descoloca todos nuestros cálculos.

Nadie ignora que el humor y la risa enderezan lo que parece imposible. Por eso, jamás olvidaré un amanecer, siendo adolescentes, cuando varios seminaristas nos disponíamos a hacer un viaje y observamos la preocupación de un compañero que, por más que buscaba, no encontraba su dinero. En el pequeño grupo comenzamos a ponernos en tensión. Hasta que él se dio cuenta de que lo había perdido y de nuestra preocupación, y entonces, mirándonos con una leve sonrisa dijo:

-¡Anda, que el mal rato que habrá pasado quien se lo haya encontrado!  

La carcajada que dimos, fue más clara que el sol que estaba naciendo.

Sí, el humor y la risa estaban a la orden en nuestro Seminario. Creo que fue una magnífica pedagogía de los superiores. Hasta el punto de que, ya mayores, todos recordamos la noche que rezando completas en la capilla, de pronto, se alzó el rebuzno de un burro que parecía acomodarse al compás de nuestra salmodia. La sonrisas y risas que suscitó, aún en los más piadosos, fue como el aplauso que sin querer le dábamos al Creador por la potencia de semejante sonido. Seguro que Dios también sonreiría.

Por eso, cuando subo al Seminario y veo a esos jóvenes sanos, fuertes y alegres que llamamos seminaristas, me digo: ese es el camino, para que Dios siga contando su historia. Gracias, seminaristas de ayer y de hoy. 

Lorenzo Orellana

Sacerdote diocesano

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