Noticia Diario de una adicta (L). Un viaje mental involuntario Publicado: 17/03/2017: 3907 Durante estos últimos días, mis pensamientos han retrocedido en el tiempo al periodo de flechazo y luna de miel con la droga. No se me pasaba por la cabeza que su consumo me hiciera daño, sólo me proporcionaba experiencias agradables y me dejaba el cuerpo perfectamente. Mi vida afectiva y sexual no podía ir mejor y disfrutaba antes, durante y después. Lo único un poco negativo era su precio, pero durante un tiempo tampoco representó un problema grave, ya que el consumo era esporádico y bastaba con contadas consumiciones. Yo vivía feliz y no me notaba nada de nada. Claro que entonces ignoraba que sus efectos no son visibles de pronto, sino que existe una etapa que se denomina silencio clínico, en que es casi imposible diagnosticar la enfermedad, pues no aparecen señales de ella, pero la droga va haciendo, lenta y progresivamente su trabajo en el más profundo centro de la persona: en el cerebro. Por eso se dice que es una enfermedad del alma. Es verdad que cuando se hacen evidentes los síntomas, sobre todo la dependencia o la esclavitud que empieza a gobernar tu vida, ya es casi incontrolable; ha realizado su labor en las estructuras del cerebro y las tienes tocadas y deterioradas. ¡Se te ha ido de las manos! Todos los especialistas coinciden en señalar este silencio como el más peligroso de la droga, pues no se puede hacer un diagnóstico precoz e intentar coger a tiempo o antes que se desarrolle, y también porque la propia persona no percibe que se encuentre enfermo, ni peligro alguno, por lo que rechaza o no solicita ayuda alguna. -¿Para qué voy a ir al médico si yo no estoy enferma?- Desde luego yo no notaba nada raro. Mi única dificultad brotó cuando mi consumo era casi a diario y el dinero no llegaba y lo tenía que conseguir de la manera que fuera. Entonces es cuando se hacía patente en mi conducta, las alteraciones que esta adicción me desencadenaba. Ahora, a toro pasado, es cuando realmente me doy cuenta de todo lo que la droga me ha robado, y aunque mi cuerpo físico no me lo ha dejado muy mal, es en mi mundo interior, el que me rellenaba por dentro, con ilusiones, proyectos, afectos, deseos y esperanzas, el que lo ha dejado con un aspecto ruinoso: arrasado y quemado. Es encontrarse hueca, sin ánimos, sin fuerza de voluntad, como sin espíritu y sobresaliendo una pobreza de ilusiones que representa el gran impedimento para vivir de una manera activa. Las dificultades para pensar, reflexionar, valorar y decidir, me frenan y me dejan sin iniciativas. Y es que las llamadas potencias del alma como el entendimiento, la memoria y especialmente la voluntad, se ha quedado afectadas y así es difícil conocer el problema en toda su magnitud, para saber decidir. La auténtica barrera se presenta cuando tienes que utilizar la voluntad y actuar, y te la encuentras desentrenada, floja y sin fuerzas.