Noticia Diario de una adicta (XXXVIII). Buscando en mi interior Libros de autoayuda Publicado: 16/12/2016: 2402 El lugar donde trabajar es en mi interior, por eso encargué unos libros de autoayuda y de control emocional. Me dio tan fuerte, que acoté un tiempo diario para su lectura. Incluso tuve la osadía de comunicárselo a mis padres para que se alegraran y también respetaran esas dos horas que con cierta rigidez le quería dedicar a ese estudio. Ellos, lejos de mostrarse escépticos, mostraron casi más entusiasmo que yo y su confianza en que yo podía conseguir lo que me propusiera me sirvió de empujón inicial: -con lo cabezona que eres, nosotros nos tenemos duda que te harás especialista en drogas-. Creía, y ahora creo firmemente, que yo tengo que ser la protagonista de mi propia recuperación y para eso necesito conocer todos mis posibles recursos internos, de manera muy concreta las posibilidades de mi cerebro y el desarrollo de sus potencialidades. Con esta idea fija, el tiempo se me quedaba corto, a pesar de ver muy poco la televisión, pues también le tenía un cierto temor ya que me hacía sentirme rara cuando veía algunas escenas; eran escenas que incluso, sin tener relación con la droga, sí estaban muy conectadas e interrelacionadas con situaciones, conflictos emocionales o actitudes de personas que estimulaban recuerdos del mundo de la droga, y que saltaban de mi inconsciente al consciente y me descolocaban, porque resucitaban experiencias agradables que persistían en mi cabeza. Como no podía controlar lo que deseaba ver, pues corté por lo sano y clausuré la televisión, con lo que aumentó el tiempo que podía dedicarme a lo más importante de mi vida: mi recuperación. Era curioso que incluso con determinada música, palabras o expresiones, me vinieran a la mente experiencias de la droga que estaban sólidamente unidas a ellas, por lo que fui seleccionado temas, autores y tipo de música, pero con el objetivo de no desperdiciar tiempo ni esfuerzos en rechazarlos. La meta era no descuidar recursos mentales ni temporales en luchar contra esas vivencias que tan mal me dejaban. Por mi experiencia, sabía que Dios nos facilita las nueces pero nosotros tenemos que cascarlas. Nadie podía hacer por mí lo que yo sola tenía que hacer con mi esfuerzo y dedicación. Lo único importante era mi trabajo personal y el que me haría sacar las castañas del fuego. Al comentarlo con mis padres, las ideas se me iban aclarando, aunque de manera muy lenta, y fueron ellos los que, siendo testigos de la riqueza de escribir mis experiencias y mis proyectos, me animaron y fortalecieron en la tarea, no sólo como remedio sanador y terapéutico, sino también como utilidad para algunas personas que al leerlo les pudiera servir para salir de la esclavitud, que nos ganamos a pulso, por la ignorancia en que nos encontramos. Y es que la libertad de la mente es la mayor libertad que existe. En realidad esto me sirvió y me sirve como acicate para continuar, aunque la idea fundamental es salvarme yo; bastante tengo con mis problemas para pensar en el de los demás, pero me parece una idea bonita a tener en cuenta. Ya les dije que para intentar salvar a alguien que se está ahogando se necesita escuchar el grito de socorro, pero necesariamente saber nadar, y yo estoy aprendiendo todavía a mantenerme a flote, ¡ojalá dominara ya los diferentes estilos de la natación!