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El final de una época

Publicado: 09/02/2016: 2201

Terminada la “Era conciliar” (1449), en la que se había ensayado con poca fortuna el gobierno democrático en la Iglesia, quedó restablecido el principio del Primado Pontificio sobre la Iglesia Universal.

Sin embargo, la reforma eclesiástica se aplazó. Faltó un eficaz impulso de renovación, demandado por todas partes. Hubo intentos parciales, como la reforma llevada a cabo por los Reyes Católicos en España; pero faltó un papa capaz de organizar aquella empresa en toda la Cristiandad.

A pesar de todo, el pueblo seguía siendo cristiano y religioso a su manera. La llamada “devotio moderna” creó una piedad más íntima y personal. La práctica del “via crucis”, la “imitación de Cristo”, la lectura de la Biblia y su meditación fueron más frecuentes. Aparecieron nuevas prácticas piadosas, como la asistencia a la Misa diaria (a la que se incorpora el rito de la elevación) y la visita al Santísimo. Se generalizó la fiesta del Corpus Christi. Se extendió la devoción a la Virgen de los Dolores, con el nombre de la Piedad, que terminó por ser la patrona de muchas ciudades y pueblos. Es cierto que la espiritualidad popular del siglo XV estuvo teñida de una cierta visión trágica e incluso macabra, como lo atestiguan las “danzas de la muerte”.

Dos grandes fenómenos culturales marcan el tránsito de la época medieval a la Edad Moderna y fueron el Renacimiento y el Humanismo. Ambos movimientos fueron minoritarios, pero influirán en el pensamiento europeo del XVI. La cosmovisión medieval geocéntrica, dará paso a una ideología en la que el hombre se convierte en el único protagonista, en la medida de todo, en el centro de todo. Esta actividad no contribuyó formalmente a la reforma que la Iglesia necesitaba.

Santiago Correa

Sacerdote Diocesano

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