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Daniel Cotta: «La poesía es una de las ofrendas más puras y dignas que puedo dedicar a Dios»

Daniel Cotta, malagueño, ganador del Premio Fernando Rielo de Poesía Mística
Publicado: 20/01/2022: 8003

Entrevista

El malagueño Daniel Cotta ha sido el ganador del XLI premio Fernando Rielo de Poesía Mística. Su poemario "Donde más amanece" ha sido seleccionado entre otros 267 procedentes de 28 países.

Cotta, nacido en Málaga en 1974, reside en Córdoba de 2008. Es Licenciado en Filología Hispánica y profesor de Lengua en el instituto Nuevas Poblaciones de La Carlota (Córdoba). Su escritura es versátil, pasando de la novela a la poesía, el ensayo y el teatro. Ha sido galardonado por su novela infantil El duende los videojuegos y sus poemarios Dios a media voz y Alpinistas de Marte, antes de este último reconocimiento.

¿Cómo llega a la poesía mística?

Por dos vías: una mía y otra ajena. La mía es la vía de la necesidad, del propio impulso del corazón, que a veces revienta de gratitud y a veces late con el afán doloroso de la queja. Es el columpio de la vida humana: damos gracias hacia adelante, y hacia atrás pedimos, suplicamos. La segunda vía que me lleva a la poesía mística es la de otros poetas que emplearon el verso para dirigirse a Dios. Dos son los autores que más me han empapado de su amor a Cristo: uno es san Juan de la Cruz, y otro Lope de Vega. Sus poemas son los que me han enseñado a hablar a Dios en verso, que al fin eso es la poesía mística: una forma maravillosa de oración.

¿Qué tiene este lenguaje que lo vuelve idóneo para hablar con Dios?

Yo creo que el lenguaje poético es tan idóneo porque es el que más se aproxima a lo inexpresable. Ese decir sin decir de la poesía lo vuelve un instrumento inmejorable de comunicación entre el hombre y Dios, pero no sólo para el poeta que escribe, sino también para el lector que lee. Muchos de mis más intensos ratos de oración los he pasado leyendo poesía sacra; en los versos de arrepentimiento de Lope he hallado palabras para formular el mío, y sus versos de amor a Cristo me han dado materia para empinarme a la altura de la cruz , aunque sea por un instante.

¿Cómo recibe este premio? ¿Qué significa personalmente y en su carrera poética?

Ya puede imaginarse. Lo recibo con una inmensa alegría. Es uno de los premios más renombrados del panorama poético internacional en lengua española. Se presentan autores de más de veinte países. Yo mismo lo había hecho en dos ocasiones sin éxito… Miento, sin éxito no: aunque no obtuviera el galardón material, presentarme al certamen me dio la motivación para dedicar mis esfuerzos poéticos en hablar con Dios, y eso, lejos de ser un trabajo perdido, es una de las mejores inversiones espirituales que uno puede hacer. Por ello, haber alcanzado este año la máxima distinción me sabe a regalo de Dios, de esos que da por sobreabundancia, sin que uno realmente lo necesite ni lo merezca.

¿Cómo definiría este poemario? ¿De qué hablan sus versos?

El libro se titula Donde más amanece, y ese acto de amanecer, de dar luz es lo que define su contenido. El poema inicial, Concierto, presenta la creación como una orquesta en que cada instrumento interpreta su partitura dirigida por la batuta de Dios. Algunos poemas parten de las circunstancias más anodinas y cotidianas (un atasco en la autovía, un perro cruzando la carretera) para encontrar a Dios escondido. Otros poemas tratan sobre los ángeles, esos seres excelsos y espirituales que no hay que ver lejanos e inasequibles, sino como lo que son: criaturas de Dios como nosotros. Hay otros poemas sobre la paternidad humana como reflejo de la divina; especialmente intenso es un poema dedicado a mi difunto padre, en cuyo amor aprendí cómo ama Dios. También abordo el asunto del dolor humano, lo que me lleva a la consideración del sentido redentor de todo padecimiento, que tiene su corona y principio en la Pasión de Cristo. Hablo asimismo de la Eucaristía, el regalo más excesivo que nos ha dado y sigue dando inagotablemente Jesús… En fin, es un libro que trata de la luz de Dios desde todos los ángulos posibles del prisma.

Sus poemas se me antojan un canto a Dios desde la sencillez del alma humana. ¿Reza antes de escribir, durante, después…?

Procuro siempre, antes de empezar mis ratos de escritura (no sólo de índole religiosa) ofrecérselos a Dios, pues toda disciplina humana contribuye a completar la creación de Dios conforme a sus designios. Por ello, de entre mis ocho poemarios publicados, tres son de temática inequívocamente sacra: Dios a media voz (Ed. Gollarín, 2019), Alumbramiento (Adonáis, 2021) y Donde más amanece, de inminente publicación. En cuanto a rezar antes o después de escribir, no lo hago ni antes ni después: escribirle a Dios es rezar a Dios, y como todo acto de creación poética persigue la mejor expresión de las ideas, y el poeta afila las palabras y da vueltas sin cesar a multitud de pensamientos, me doy cuenta de que escribir sobre Él me ha acercado más a Él, ha acrecentado mi amor por Él y madurado mi limitada comprensión de su naturaleza, que al fin y al cabo se reduce (más bien se agranda) al amor, al amor y al amor.

¿Dónde le gustaría que llegaran estos poemas, qué fruto les sueña?

Me encantaría que llegasen al mismo lugar del que salieron: de mi corazón al corazón del lector. La poesía es un don, un instrumento de los muchos que Dios pone al servicio de la humanidad para auparla al misterio de su contemplación. Mi máxima aspiración con estos poemas no es el renombre ni la alabanza, sino que sirvan de oración. No es que menosprecie el reconocimiento ni las distinciones humanas; mentiría como un bellaco si lo dijera. Pero cuando un lector se me acerca y me dice que algún poema mío le ha servido para rezar, siento que como poeta no puedo aspirar a nada más grande ni más hermoso, y que en la torpeza de mi vida cotidiana, de mis pequeñas traiciones diarias, de mis debilidades, la poesía es una de las ofrendas más puras y dignas que puedo dedicar a Dios.

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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