Día sexto: «María, tierra bendita de la que brotó la verdad» Publicado: 06/09/2013: 2146 En el sexto día, el predicador de la novena ha señalado que «la vida cristiana es siempre una búsqueda incesante de Dios, de esa, verdad profunda que es Cristo que nos hace libres, pues Él es el único camino y la vida en plenitud para la humanidad. Es urgente y necesario que brille la faz de Jesucristo en nuestras vidas.» “MARÍA TIERRA BENDITA DE LA QUE BROTO LA VERDAD” Pro 8, 22-31; Sal 147, 12-15. 19-20; Mt 2, 1-12 Queridos hermanos: Sexto día de novena junto a Cristo Redentor que se hace presente en la eucaristía memorial de su pascua. De nuevo nos reunimos junto al altar del Señor y la eucaristía que celebramos es fuente inagotable de vida para la Iglesia, pues por medio de ella Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados. La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo, por ello es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia (SC 7). En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios… cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos (SC 8), especialmente a la Virgen Inmaculada nuestra Madre y Señora. La encíclica del Papa Francisco Lumen Fidei pone una vez más de relieve como la fe ha de estar unida a la verdad; el hombre tiene necesidad de conocimiento, tiene necesidad de verdad, porque sin ella no puede subsistir, no va adelante. La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos. Se queda en una bella fábula, proyección de nuestros deseos de felicidad. O bien se reduce a un sentimiento hermoso, que consuela y entusiasma, pero dependiendo de los cambios en nuestro estado de ánimo. En cambio, gracias a su unión intrínseca con la verdad, la fe es capaz de ofrecer una luz nueva (Cf. LF 24). Hoy urge recuperar la conexión de la fe con la verdad. En la cultura contemporánea se tiende a menudo a aceptar como verdad sólo la verdad tecnológica: es verdad aquello que el hombre consigue construir y medir con su ciencia; es verdad porque funciona y así hace más cómoda y fácil la vida. Hoy parece que ésta es la única verdad cierta, la única que se puede compartir con otros, la única sobre la que es posible debatir y comprometerse juntos. Por otra parte, estarían después las verdades del individuo, que consisten en la autenticidad con lo que cada uno siente dentro de sí, válidas sólo para uno mismo, y que no se pueden proponer a los demás con la pretensión de contribuir al bien común. La verdad grande, la verdad que explica la vida personal y social en su conjunto, es vista con sospecha. Así, queda sólo un relativismo en el que la cuestión de la verdad completa, que es en el fondo la cuestión de Dios, ya no interesa (LF 25). Hoy nosotros en comunión con María la Madre de Jesús invocamos la acción del Espíritu sobre la comunidad cristiana (Hech 1, 6-14), en el convencimiento de que el Padre amoroso de los pobres, el Dulce Huésped del Alma “el Espíritu de la verdad nos guiara a la verdad plena” (Jn 16, 13). La búsqueda de la verdad de los hombres de todos los tiempos, viene representada en el evangelio que hoy hemos proclamado por los Magos de Oriente, que al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y al encontrar al que es VERDAD, CAMINO Y VIDA junto con María y José le adoraron postrados ofreciéndoles el oro por ser rey, el incienso por ser Dios y la mirra por ser verdadero hombre. Ciertamente la vida cristiana es siempre una búsqueda incesante de Dios, de esa, verdad profunda que es Cristo que nos hace libres, pues Él es el único camino y la vida en plenitud para la humanidad. Es urgente y necesario que brille la faz de Jesucristo en nuestras vidas, a la Virgen que contempló, tantas veces ese rostro amado le pedimos que nos haga ver la Luz sobre toda Luz, Cristo su Hijo, Aquel que es fundamento de todo y que existe ayer, hoy y siempre. Cristo es la verdad, Cristo es y ha de ser nuestro todo y sus palabras han de ser el criterio que guie nuestros pensamientos, palabras y obras. Santa María de la Victoria lleva en sus brazos a quién es la verdad, Ella es trono de sabiduría y a la vez María está llena de la plenitud de la verdad, porque en su vida todo trasparenta a Dios, como mujer inundada del Espíritu alienta a la Iglesia a buscar la verdad y a vivir en la verdad, Cristo. Benedicto XVI con estas palabras nos invitaba a todos los jóvenes y no tan jóvenes a buscar la verdad, al decir en la Plaza de Cibeles: “Tenéis interrogantes y buscáis respuestas. Es bueno buscar siempre. Buscar sobre todo la Verdad que no es una idea, una ideología o un eslogan, sino una Persona, Cristo, Dios mismo que ha venido entre los hombres. Tenéis razón de querer enraizar vuestra fe en Él, y fundar vuestra vida en Cristo. Él os ama desde siempre y os conoce mejor que nadie… Poned en Cristo el fundamento de vuestras vidas. Arraigados y edificados en él, firmes en la fe y abiertos al poder del Espíritu, encontraréis vuestro puesto en el plan de Dios y enriqueceréis a la Iglesia con vuestros dones… Él es quien da verdadero sentido a nuestra vida. Abramos nuestro corazón a Cristo”. Nuestro mundo contemporáneo necesita caminar por los caminos de la verdad. La verdad más profunda del hombre y de la creación, la verdad de la historia. Cuando contemplamos a la Virgen, comprendemos que el esplendor de la Verdad brilla en todas las obras del Creador y, de modo particular, en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (Gén 1, 26), pues la Verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que de esta manera es ayudado a conocer y amar al Señor… Llamados a la salvación mediante la fe en Jesucristo, “luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Jn 1, 9). Siguiendo la doctrina de la Iglesia hemos de afirmar que: El hombre es capaz de Dios, pues el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios, y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar. La contemplación del misterio de la Virgen, Santa María de la Victoria, nos enseña que la Verdad no es una idea ni una ideología, no es algo subjetivo o efímero, sino una Persona, la persona de Cristo el Hijo de Dios, redentor del universo. Por ello, hemos de buscar constantemente su rostro, buscar sobre todo la verdad que no es por tanto una ideología, una cosa o un eslogan de los muchos que inundan los medios de comunicación, sino hay que repetirlo y proclamarlo bien fuerte una y otra vez la verdad es Jesucristo Dios mismo que ha venido entre los hombres, o con palabras del evangelista Juan: “La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo… y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros y hemos contemplado su gloria… la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo” (Jn 1, 1-18). La verdad, es ciertamente luz que ilumina las realidades más profundas, del hombre, el mundo y el devenir histórico, Cristo es la luz del mundo y el que sigue a Cristo se ve envuelto en la luz y no camina en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8, 12). En Cristo, Dios ha asumido verdaderamente un corazón de carne. Cristo no solamente tiene un corazón divino, rico en misericordia y perdón, sino también un corazón humano capaz de todas las expresiones de afecto. En Cristo hombre resplandece la Verdad, Él es la VERDAD. La Virgen María es cristalina fuente de gracia y pureza en ella se refleja de manera extraordinaria la luz de Cristo Redentor, ella es la criatura más preciosa de toda la creación, porque sólo de ella compartió el Señor las primicias de nuestra humanidad. Su carne fue hecha de su carne, su sangre de su sangre; Dios se alimentó de su leche, y sus labios tocaron los labios de Dios (Cf. San Juan Damasceno 675 – 749). En nuestra inmensa tarea de búsqueda de la Verdad, nos ayuda la poderosa intercesión de la Virgen Madre, pues ella llevo en su seno a la VERDAD: CRISTO, y nos lo dio en el misterio de Belén hecho debilidad. María es aurora luminosa y guía segura de nuestro camino. El salmo 85 dirá: “la verdad ha brotado de la tierra”. Estas palabras proféticas y llenas de sabiduría se han cumplido en Jesucristo nuestro Señor, nacido del seno purísimo de la Virgen María. La Santísima Virgen es esa tierra buena y generosa de la cual ha brotado la verdad sobre la tierra, Cristo es el fruto bendito de su vientre, el Redentor donde la misericordia se ha hecho visible y la salvación es realidad y cumplimiento definitivo. “La tierra ha dado su fruto” (Sal 67, 7). Sí, hay una tierra buena, una tierra sana, libre de todo egoísmo y de toda cerrazón. Hay una tierra que Dios ha preparado para venir a habitar entre nosotros. Una morada para su presencia en el mundo. Esta tierra existe hoy, esa tierra bendita es María a quien invocamos como intercesora y llena de gracia. Queridos hermanos: Nuestro mundo contemporáneo necesita testigos de la Verdad, testigos del Dios Vivo, hombres y mujeres que con su vida testimonial y con su palabra sean luz que ilumine a otros en su búsqueda. No nos cansemos de ser estrellas, antorchas encendidas, anunciando a Cristo con todas nuestras fuerzas, gritemos al mundo que Cristo es el Hijo de Dios, el Salvador, la Verdad y la fuente de todo gozo. No tengamos complejos, salgamos de nuestros miedos y cobardías, salgamos de nuestras sacristías y anunciemos la Verdad de Cristo, la Verdad de su palabra, el mundo de hoy quizás sin saberlo esta sediento de ella. Con María anunciemos a Cristo al mundo contemporáneo y también pidámosle a la Virgen María que nos ayude a encontrarnos cada día con Cristo Verdad que nos hace libres, hagámoslo con la oración colecta de la misa de la Virgen María, Trono de la Sabiduría que dice así: “Padre Santo, Dios eterno, que quisiste poner el trono real de tu Sabiduría en Santa María Virgen, ilumina a tu Iglesia con la luz de la Palabra de vida, para que resplandezca con la fuerza de la verdad y alcance gozosa el pleno conocimiento de tu amor”. Amén. Autor: diocesismalaga.es