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La fuerza sanadora del perdón

Publicado: 02/11/2011: 1465

Reconozco que no he podido (o no he querido) ver entero el vídeo que presenta la muerte de Gadafi. Descubrí tal odio y tal sadismo en las miradas y en los gestos, que se me heló la sangre. Sólo había contemplado miradas semejantes hace algunos meses, durante una manifestación en la que me hallé atrapado. Y pienso que el odio, el rencor y la sed de venganza se encuentran entre las peores enfermedades del espíritu.

Perdonar es muy difícil, me comenta un amigo. Quizá por eso se dice que Dios perdona siempre; los hombres, algunas veces; y la naturaleza, no perdona nunca. Y quizá por eso afirma la oración que rezamos en la misa del domingo XXVI del tiempo ordinario: “Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder en la misericordia y el perdón”. Para matar y destruir basta con tener un arma y mucho odio, pero perdonar únicamente es posible si se tiene una grandeza de alma excepcional. Como decimos los católicos, perdonar es posible con la gracia de Dios, que nos trasforma y nos libera para amar. Cierto que las cicatrices no se borran fácilmente, pero aunque sean muy dolorosas y permanezcan en la memoria, no nos impiden perdonar.

Por supuesto, el perdón no significa que el agresor injusto no tenga que restituir. La doctrina católica nos enseña que no se perdona el hurto sin devolver lo robado, ni se perdonan los atropellos de cualquier tipo sin reparar las consecuencias. Al menos, en la medida posible. De todas formas, el perdón nos humaniza, sana nuestras heridas más dolorosas y nos llena de paz ¡Por eso perdonar y amar son acciones que nos acercan a Dios!   

Artículo "Desde las azoteas" de Juan Antonio Paredes

Autor: diocesismalaga.es

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