¿Cómo vivió usted el día de la entrega de la Medalla?

Mis amigos, mis hijos y mis vecinos sabían lo que venía pero yo no tenía ni idea. Yo voy todos los días a Misa y ese sábado me pidieron que fuese a la de las 8 de la tarde y, al llegar me dijo mi párroco: “tú, déjate querer”, y eso hice, muy emocionado. Tengo 84 años y de cabeza ando todavía lúcido y sigo colaborando en la parroquia en lo que me necesitan sobre todo en la organización de los columbarios, pero ya me voy buscando colaboradores porque hay que ir dejando que otros vayan asumiendo las tareas, hay muy buena gente en la parroquia y hay que darles paso.

¿Cómo fue que comenzó su servicio en la parroquia?

Me prejubilé como director de banca con 55 años y, mi hija, que era parte del equipo de catequesis de la parroquia me ofreció que colaborara en lo que viera que podía hacer. La verdad es que lo mío habían sido los números, durante muchos años, así que hablé con el párroco de entonces, Antonio Martín y, no lo dudó, me hizo un hueco en su misma mesa de despacho para que comenzase a llevar las cuentas de la parroquia. Así comencé y llevo casi 30 años. También he formado parte del equipo de catequistas de confirmación y del que puso en marcha los columbarios… En fin, que he dedicado la vida a la parroquia porque la siento mía y yo lo único que quiero es estar al servicio.

¿Qué es para usted la parroquia?

La parroquia es un lugar en el que me siento como en casa y, además, al párroco actual, José López,  le digo que yo siempre me he sentido muy parroquial, me he identificado con ella y he buscado siempre la conciliación y el consenso. He estado con cuatro párrocos, todo estupendos. Uno de ellos me decía: “Miguel ten en cuenta que nosotros estamos en la parroquia unos años y nos vamos donde nos destinen, pero tú continúas aquí”.

¿Cuál es su acción de gracias a Dios?

Continuamente le doy las gracias por todo, y también por este tiempo que llevo compartiendo con la parroquia pues, yo tenía una vida dedicada al trabajo en el banco, donde estaba a todas horas y, cuando mi hija me ofreció acercarme a la parroquia, me gustó la labor de servicio que se hacía, y me enganché.