«Es de merecida justicia para quien ha servido tantos años a la Iglesia en esta porción del Pueblo de Dios, colaborando mano a mano con todos los sacerdotes que han pasado por aquí, a su cargo labores de sacristana, limpiadora del templo y una obra de reforma también a sus espaldas», concluía el párroco en el documento enviado al Sr. Obispo.

Virtudes, ¿cómo vivió usted el día de la entrega de la Medalla?

No sé ni lo que sentí, fue una sorpresa muy grande. Me dio mucha alegría que se acordaran de mí, aunque yo sé que no he hecho tanto para que me lo agradezcan de esta manera, pero les doy las gracias de corazón. La Medalla y el diploma me los entregó mi párroco, D. Miguel, de parte del Sr. Obispo. 

¿Desde cuándo es usted parte de la parroquia?

Desde siempre, pero hace por lo menos 50 años que me he dedicado a todo lo que se ha necesitado. Yo soy de Corumbela, aquí me crié y aquí sigo viviendo. Acabo de cumplir 81 años. Las piernas ya me fallan, pero el humor es el que no he perdido. Estoy viuda desde hace casi cuatro años. Tengo dos hijos, cuatro nietos y una biznieta con dos añitos, y ellos me mantienen activa hasta el punto que me da la impresión de que aún no tengo 81 años (ríe). 

En la parroquia, ¿a qué se ha dedicado en todo este tiempo?

Al principio me dediqué a la limpieza y a mantenerla a punto para las celebraciones. Ahora se está encargando un grupo que me quiere mucho y que saben que me tienen para lo que necesiten. He tocado las campanas y abierto la puerta para las misas, ahora la campana está ya programada y toca a las 4,30 y a las 5 que es la hora de la Misa.

Entonces, ¿usted ha sido la campanera del pueblo?

Así es, para la Misa y para los difuntos, yo me encargaba de tocar la campana. También hicimos una obra de restauración del tejado de la iglesia, que nos dio mucho trabajo y muchos problemas, pero salimos adelante. He conocido a una decena de párrocos, algunos han estado poco tiempo aquí, y con todos he trabajado muy a gusto, cada uno con su manera de ser y sus costumbres pero a todos nos hemos ido adaptando.

¿Podría vivir usted sin su parroquia?

No podría vivir sin mi parroquia no ahora, sino desde pequeña. De niña, cuando veía que mis vecinas iban con la llave hacia la iglesia, me iba con ellas y me sentaba a rezar.

¿Cuál es su acción de gracias a Dios?

Le doy gracias por mi familia, porque hemos vivido con salud y trabajo. Mi marido ya murió y lo echo mucho de menos, tuvo demencia los últimos años de su vida. Nos queríamos mucho porque éramos novios desde pequeños. Fue muy buen esposo y padre y estuvimos casados 55 años. 

Por lo que me cuenta, veo que el pueblo de Corumbela es una gran familia, ¿no es así?

Así es. Siempre hemos hecho todo con mucha devoción y cariño y el pueblo se ha volcado para colaborar en todo lo que se ha organizado, tanto los hombres como las mujeres. Y el alcalde era el primero que colaboraba. Aunque mi nombre es Virtudes, todo el mundo me conoce en el pueblo como"Angelina" y el alcalde siempre me decía, lo que haga falta para la Iglesia, no tienes más que decirme. Somos un pueblo muy unido, muy pequeño, pero muy unido. Y el cura que tenemos es muy bueno, se puede hablar con él de todo, hasta hacer bromas. Es muy “apañao” D. Miguel.