NoticiaManos Unidas El 30% de las mujeres vive con miedo a ser agredidas Publicado: 25/11/2020: 8873 DÍA DE LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, la ONG católica para el desarrollo reitera su compromiso constante para terminar con una lacra que causa un enorme dolor y sufrimiento a las mujeres que la padecen y denuncia que es intolerable que el 30 por ciento de las mujeres y niñas del mundo vivan con miedo a ser agredidas. Desde Manos Unidas recuerdan que, en 2020, las consecuencias de la pandemia del coronavirus, y las medidas de confinamiento y reclusión adoptadas por los diferentes gobiernos para hacer frente a la expansión del virus, han incrementado sustancialmente los episodios de violencia contra las mujeres en todo el mundo. Pero esta situación no es algo nuevo, sino un comportamiento arraigado en todas las sociedades, que afecta a una de cada tres mujeres en el mundo, hasta el punto de que, en 2013, la Organización Mundial de la Salud, definió la violencia contra las mujeres como «un problema de salud global de proporciones epidémicas». En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, que se celebra el próximo 25 de noviembre, Manos Unidas reitera su compromiso constante para terminar con una lacra que causa un enorme dolor y sufrimiento a las mujeres que la padecen. «La sociedad no puede mostrarse indiferente ante el maltrato y la violencia. No podemos tolerar que el 30 % de las mujeres y niñas del mundo vivan con miedo a ser agredidas, a denunciar o a las reacciones en su entorno cercano tras las agresiones… Y todo ello ante la apatía de una gran parte de las sociedades», asegura Ricardo Loy, Secretario General de Manos Unidas y miembro del comité de género de la organización. Si bien la violencia contra la mujer es algo extendido a nivel global, en algunos de los países en los que trabaja Manos Unidas los índices de violencia son mucho más elevados. Esto se debe, fundamentalmente, a la prevalencia de costumbres ancestrales, mantenidas y aceptadas por sociedades eminentemente patriarcales, en las que mujeres y niñas están minusvaloradas frente a los hombres. «Solo atendiendo a las diferentes experiencias de violencia contra la mujer que nuestros socios locales nos transmiten, podemos imaginar el infinito dolor que, seguro, se está produciendo en estos momentos en todo el mundo por esa causa», lamenta Loy. La violencia contra las mujeres y las niñas presenta numerosas caras que van más allá de la mera violencia física. Esto, según el Secretario General de la Organización, lleva a Manos Unidas a trabajar desde diferentes campos y enfoques, compartiendo recursos y experiencias que aporten soluciones para combatir estos comportamientos que padecen las mujeres y las niñas en su entorno familiar y en sus comunidades. «Con nuestro trabajo de formación y de sensibilización intentamos poner freno a actitudes que violentan y degradan a las mujeres, como la trata de personas para su explotación laboral o sexual o la utilización de las mujeres y niñas como arma de guerra. La educación, en el trabajo de sensibilización que llevamos a cabo, tiene como objetivo, asimismo, el hacer frente a esas costumbres religiosas o culturales que las violentan físicamente o las invisibilizan y excluyen», explica el Secretario General de Manos Unidas. Sierra leona: combatir el silencio cómplice En Sierra Leona, durante los años de guerra civil, que terminó formalmente en 2002, era común que las mujeres fueran utilizadas como arma de guerra y entregadas a los rebeldes como esclavas sexuales. Quizá este sea uno de los motivos por el que muchos hombres adultos siguen manteniendo este comportamiento casi veinte años después. «La violación es algo que en Sierra Leona se usa tan comúnmente contra las mujeres y las niñas, que en 2018 pasado el presidente del Gobierno tuvo que declarar la violencia sexual como una emergencia nacional. Además, creó una unidad de la policía para combatir las violaciones, sobre todo las cometidas contra menores», asegura el padre Peter Konteh, director de Cáritas Freetown, socio local de Manos Unidas en el país. Según el religioso, en Sierra Leona, las mujeres y niñas se enfrentan no solo a la violencia física ¬–las palizas a las esposas son algo generalizado–, sino a la violencia doméstica y a las privaciones económicas; una violencia que se ampara en la cultura del silencio, fuertemente arraigada. «Ahora, con las intervenciones que hemos llevado a cabo con apoyo de Manos Unidas, hemos conseguido dar un vuelco a esa cultura del silencio que impedía a las víctimas hablar, sobre todo cuando se trataba de violaciones, y hemos logrado situar estos temas en la mesa de discusión. Ahora, las mujeres, las niñas y las familias están dispuestas a hablar sobre el abuso y los perpetradores están siendo llevados ante la justicia», explica Konteh. En numerosas ocasiones, las víctimas de violación no denuncian porque desconocen cuáles son las vías para hacerlo y carecen de recursos para costearse un abogado, el transporte a los tribunales o, incluso, la manutención durante el tiempo que dure el juicio. Este tipo de acompañamiento es, según el padre Konteh, fundamental. «Con el proyecto, además, brindamos a las supervivientes apoyo para la comida y el transporte y damos seguimiento a los casos en el tribunal para ver cómo van los procedimientos y brindar apoyo psicosocial a las víctimas». La sensibilización en las escuelas y en las comunidades es fundamental para hacer frente a esta lacra que condiciona la vida de las niñas y las adolescentes. Para ello, los 400 alumnos y profesores de las 40 escuelas en las que se está desarrollando el proyecto, están recibiendo formación acerca de la prevención de los casos de violencia de género, matrimonios precoces, embarazos adolescentes y acceso a la justicia, y serán los encargados de ejercer como «embajadores» entre sus compañeros para sensibilizar y seguir los casos que puedan presentarse. Además, participarán en programas de radio y televisión. Para el director de Cáritas Freetown, «el mayor éxito del proyecto es haber creado conciencia sobre el asunto y comprobar el impacto de nuestros programas en las comunidades. Un gran logro es saber que, con esto, se están enviando señales a los “aspirantes a perpetradores”, protegiendo así a las mujeres y niñas de nuevos abusos».