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«No dejarás a tu fiel conocer la corrupción»

Fieles hacen cola a la entrada del edículo o templete que alberga, según la tradición, la tumba de Jesús, dentro de la Basílica del Santo Sepulcro
Publicado: 17/04/2019: 13216

Geografía de Pascua de Resurrección

Geografía de Pascua de Resurrección, por Emilio López Navas, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga.

Tratar de exponer la geografía que rodea a una persona que ha roto los esquemas espacio-temporales es harto difícil, conformémonos con seguir el rastro de los encuentros que sus discípulos nos narran.

La piedra que cerraba la entrada al sepulcro estaba abierta, esto llamó la atención desde lejos a las mujeres, puesto que era de grandes dimensiones. Ellas, que iban a terminar de preparar el cuerpo de Jesús para la sepultura definitiva, descubrieron que los aromas que llevaban no iban a cumplir su cometido: no hay olor que disimular porque Jesús no está allí. Sólo encontraron unas vendas, con las que habían envuelto totalmente el cuerpo del nazareno. De hecho, Pedro entra y observa el sudario doblado y puesto en otra parte.

Por supuesto, con esto se descarta la posibilidad de que haya sido un robo o que no hayan colocado el cuerpo donde debería ser: al untar el cuerpo con mirra, las vendas se pegan a la piel, por lo que no se comprendería que un ladrón perdiese tanto tiempo en algo tan poco útil. Pero quizá también el evangelista Juan está señalando a otra parte de su propio evangelio: si recordamos la revivificación de Lázaro: este sale atado aún a los signos de la muerte, vendas y sudario, pero lo de Jesús es mucho más potente y transformador. Dios ha intervenido portentosamente y Cristo no ha conocido así la corrupción.

Galilea, lugar de regreso

Curiosamente, en varias de las apariciones encontramos el término Galilea. La región del norte, que acogió el ministerio público de Jesús durante tres años se convierte para los discípulos en lugar de regreso. Se llama a la memoria, a pasar por el corazón (re-cordar), algo muy querido por los judíos, todo lo que Jesús había predicado. Pero a la luz de los acontecimientos, la enseñanza del nazareno empieza a agigantarse, a tomar un cariz mucho más profundo y evocador. El grano de trigo ha caído en tierra y está dando fruto. Es lo que aquellos discípulos de Emaús han comprendido en su lento caminar y al recordar todo lo que las antiguas escrituras habían profetizado. En los 60 estadios de distancia, unos 11 km, que separan Jerusalén de Emaús, se acerca Jesús a estos discípulos y ejerciendo de catequista, les explica lo que había ocurrido en la capital. Sin duda regresar desde esa distancia era duro, pero la mejor noticia lo merecía: está vivo, ha resucitado.

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