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Cuento de Navidad: «Navidad, según Lucas»

"San Lucas retratando a la Virgen" atribuido a Simone Cantarin
Publicado: 19/12/2015: 5292

Lucas, deslumbrado por los acontecimientos, decidió indagarlos: entrevistó a los testigos oculares y a los servidores de la palabra; después se puso, lentamente, a redactar lo acontecido.

«Pero ahora -dijo contemplando la noche- quisiera terminar la página de su nacimiento». Soltó el estilete y pensó: «Lo que deseo es mostrar la presencia del Misterio. Al Espíritu me encomiendo. Aunque tengo la impresión, cada vez que me pongo a escribir, de encontrarme ante la escena más difícil».

Contempló el papiro y se dijo: «Quisiera captar el alma de María en aquella noche. Ella me habló de sus sentimientos: me contó que, tras el parto, le invadió una inmensa alegría; pero, al recostarlo en el pesebre, la alegría se le trocó perplejidad, pues recordaba que Gabriel había dicho: «Será hijo del Altísimo». Y se había preguntado: ¿Hijo del Altísimo y en el refugio de unos animales? Y no pudo evitar las lágrimas, pues en ese momento ni siquiera la cuna que había hecho José pudo ofrecerle».

«Todo esto me lo contó con una sonrisa, recordaba. Y me añadió que, entonces, oró como oran los pobres: con lágrimas. Y que se le impuso la fe, e intentó ver el sentido de lo que estaba sucediendo, como cuando preguntó: “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”».

Lucas volvió a contemplar la noche y creyó que las palabras de María iluminaban el firmamento. Y es que le había añadido: «Cuando más perpleja me hallaba, el cielo me hizo el mayor regalo: unos pastores se presentaron y cantaron al recién nacido. Y, en ese momento, se apoderó de mí el más maravilloso de los asombros e intenté descubrir el significado de lo que estaba pasando. Así que, cuando los pastores se marcharon, dije: «José, ¿por qué no cantamos nuestra canción? Y José, ¡ay, qué voz!, arrancó a cantar: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”. Y el niño nos miró como si la noche sonriera».

Lucas, sentado en el suelo, cogió el áspero papiro con la izquierda, observó las líneas señaladas con el estilete, y, por un instante, quedó sumido en el silencio del escritor. «María sabía unir las palabras y los acontecimientos, exclamó. Mojó el cálamo y escribió: “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”».

Alzó la cabeza y leyó el verbo que acababa de escribir: symballousa. Y tras un silencio, pensó: «María iba descubriendo, a través de la luz de las palabras, el sentido profundo de lo acontecido, y, por eso, lo meditaba en su corazón».

Respiró y dijo: «el Espíritu me ha puesto ante un destello del alma de María. Sí, de noche ocurrió el encuentro: Misericordia en el tiempo».

Lorenzo Orellana

Sacerdote diocesano

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