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Rafalita, voluntaria de Cottolengo: «La Navidad es la venida de Dios a la casa»

Publicado: 30/12/2013: 6127

La Navidad siempre llega a los hogares. No deberíamos dejar que nos pase como al protagonista de cierto cuento, que olvidó el sentido que tienen estas fiestas y con su avaricia y tacañería hizo de su vida y la de sus allegados un camino pesaroso y con muchas dificultades.

La alegría y la solidaridad se abren paso reduciendo la injusticia y mostrando a las personas un camino mejor. En ciertos lugares, donde la vida se vuelve más complicada, la Navidad cobra un sentido muy especial. Cuando llegas a la puerta de la Institución Sagrado Corazón, conocido popularmente en Málaga como Cottolengo, piensas que la desdicha acompañará al que lo visita. Las especiales fechas que se acercan hacen pensar en la suerte que han corrido los internos de la institución. Allí se encuentran acogidas las personas con más riesgo de exclusión social y el visitante siente que en este centro se concentra un alto grado de tristeza. Pero conoces a Rafalita, voluntaria de Cottolengo desde hace más de 20 años, y empiezas a contagiarte de la enorme ilusión y esfuerzo del que hacen gala tanto voluntarios como internos. Es una alegría calmada, paciente, confeccionada con largas horas de dedicación a los enfermos y una paciencia inagotable para sobreponerse a las dificultades económicas. La lucha diaria, casi sin ayuda, cooperar sin esperar recompensa, moldea a estas personas y las hace dignas del respeto de los demás. 

«En Cottolengo se celebran las comidas tradicionales de Navidad, como si fuera tu casa o la mía», nos cuenta Rafalita. Cottolengo es un hogar para los que no tienen hogar y los trabajadores del centro son la familia de los que están acogidos, circunstancia que se acentúa en fechas navideñas, sin ser por ello, como nos cuenta Rafalita, algo distinto de una casa malagueña cualquiera. Rafalita no ayuda porque busque un reconocimiento. La timidez frente al objetivo de la cámara da una muestra de su sencillez y sus pocas ganas de protagonismo. Es el voluntariado en su máxima expresión. Dedicación, humildad, esfuerzo y una firmeza en su fe que se combina con la dulzura en su trato con los enfermos. A ellos reconoce todos los días que «cuando me voy de aquí, lo hago con el corazón lleno».

«Lo primero es el enfermo», afirma tajante Rafalita. Y es cierto. El tiempo que gastamos charlando sobre Cottolengo corre en el reloj de Rafalita a velocidad de vértigo; es el tiempo que ella quiere dedicar a sus enfermos. Los desahuciados, desatendidos y los que no tienen familia tienen aquí su sitio. Y eso seguirá así. Porque la labor no ha cambiado, y Cottolengo se regirá por los mismos parámetros que lo han llevado a permanecer en la ciudad casi 50 años: amor y caridad. Y a esta ciudad Rafalita le agradece el esfuerzo: «Esta casa no sería posible sin la generosidad de los malagueños».

«La Navidad es la venida de Dios a la casa», nos comenta Rafalita. Toda la institución se impregna de ese ambiente de ilusión. Y lo hace desde el respeto a todas las creencias porque «cantan villancicos hasta los marroquíes». La labor de Cottolengo es necesaria todo el año pero el desprendimiento de las personas que lo hacen posible se redobla en Navidad. Por ejemplo, Rafalita nos comenta que, gracias a personas anónimas, al ayuntamiento o a las peñas, vienen regalos para el día de Reyes. «No sé qué harían las personas que están aquí si no existiera Cottolengo», se sincera Rafalita. Además, las personas acogidas allí son conscientes de que la labor del centro, como la de las voluntarias como Rafalita, nos hace a todos un poco mejores. Nos despedimos de Rafalita sabiendo que la Navidad llega con particular emoción a Cottolengo y que hay personas de las que podemos y debemos aprender.

Autor: Francisco J. Pérez Jaén @fjjaen

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