NoticiaCotolengo #Malagueñosconcorazón para el Cottolengo de Málaga Publicado: 16/08/2018: 16513 “Me suena”, “se lo se he escuchado a mi abuela”, “ eso es una cosa muy antigua”, son algunas de las frases ma La Casa del Sagrado CorazoÌn es el refugio para muchas personas que han perdido cualquier atisbo de esperanza. Cuando las situaciones de la vida parecen cebarse con las personas, este hogar que sostiene la DioÌcesis de MaÌlaga es esa luz que devuelve la alegriÌa a quienes la habiÌan perdido. Una Casa que no recibe ayudas puÌblicas y que se sostiene gracias a numerosos #MalagueñosConCorazoÌn Uno de estos casos es el de Elena. Su hogar en estos momentos es la Casa del Sagrado CorazoÌn. Tiene 69 años, es ucraniana y llevaba 8 años viviendo en España cuando le detectaron un caÌncer. «Me vine a España para trabajar y asiÌ ayudar a mi familia que es muy pobre. AquiÌ empeceÌ a trabajar como interna en una casa, ayudando con las labores domeÌsticas y cuidando a los mayores de la casa. Cuando me descubrieron un tumor de mama y ya no podiÌa realizar mis labores como interna, no teniÌa ninguÌn lugar en el que vivir mientras me realizaban el tratamiento, asiÌ que me vine al Cottolengo, donde me han acogido estupendamente y llevo ya 5 meses. Ahora estoy esperando la operacioÌn, que seguramente seraÌ en agosto». En su paiÌs de origen tiene un hijo y una hija, 5 nietos y una bisnieta. Ella es la uÌnica de su familia que reside en España y todo el dinero que ganaba lo enviaba a sus familiares «porque alliÌ todo es muy caro, desde la comida, la ropa, todas las facturas y las necesidades baÌsicas, en comparacioÌn con los sueldos». Y es que el caso de Elena no es el uÌnico, cuenta la subdirectora de la Casa del Sagrado CorazoÌn, Susana Lozano. «Hemos tenido ya cuatro casos de señoras que trabajaban como internas en casas y se vinieron aquiÌ cuando de repente les descubrieron un caÌncer. Mientras han vivido en esta Casa, han recibido el tratamiento de quimioterapia o se han recuperado tras la intervencioÌn. Y una vez recuperadas han vuelto a trabajar. Pero es muy importante tener un lugar en el que vivir mientras no pueden trabajar, un lugar donde dormir, comer y sobre todo donde alguien te cuide cuando estaÌs enfermo. Todas ellas son mujeres muy trabajadoras, colaboradoras y agradecidas de poder estar aquiÌ, porque son muy conscientes de su realidad». TambieÌn para los maÌs joÌvenes El caso de Anna es bien diferente, tiene veintipocos años y es rusa. Trabajaba de dependienta en una tienda de Marbella y teniÌa una habitacioÌn alquilada en la misma localidad. Cuando se cayoÌ y se partioÌ un tobillo, su casera le comunicoÌ que teniÌa que dejar libre la habitacioÌn «porque sabiÌa que ya no podiÌa garantizar el pago mensual. Entonces me quedeÌ praÌcticamente en la calle y al final llegueÌ al Cottolengo y aquiÌ estareÌ hasta que me recupere y pueda encontrar un trabajo». Como explica Lozano «muchas veces son los propios hospitales puÌblicos los que nos llaman para decirnos que tienen a alguna persona recieÌn operada o que necesita un tratamiento pero tambieÌn un lugar en el que vivir para garantizar unos cuidados miÌnimos. Es el caso, por ejemplo, de Mohamed, que padece leucemia y estaÌ a la espera de un autotransplante». Ahora mismo hay 47 personas viviendo en el Cottolengo de MaÌlaga. En los uÌltimos 5 años han pasado por esta Casa maÌs de 200 personas, cada una con sus circunstancias. La situacioÌn de Laura JimeÌnez no tiene nada que ver con salud. Esta malagueña de 29 años ha crecido en el barrio del Nuevo San AndreÌs, tiene cuatro hijos, el maÌs mayor tiene 5 años y el pequeño tiene 6 meses. ViviÌa con su pareja que ahora mismo estaÌ en la caÌrcel, y cuando eÌl fue a prisioÌn, ella comenzoÌ a vivir con su suegra. Debido a los problemas de convivencia se vio en la calle con los cuatro niños. Estuvo unos diÌas atendida por Puerta UÌnica. «Es muy jovencita y lo lleva muy bien. Sus niños se ven felices, los lleva muy atendidos y muy cuidados, pero ahora mismo ella no tiene ninguÌn tipo de ayuda y se siente traicionada por su pareja, con la que se sentiÌa a salvo. Es admirable coÌmo los niños se ordenan alrededor del carro cuando salen a la calle», comenta la subdirectora. «Estoy aquiÌ porque estoy luchando por mis hijos. Si no fuera por ellos no estariÌa aquiÌ, pero creo que donde mejor pueden estar mis niños es con su madre. Quisiera darles maÌs pero no puedo, solo les puedo dar mi cariño y cuidarlos diÌa a diÌa, llevarlos a colegio, al parque, bañarlos... Mi pareja estaba en busca y captura pero yo no lo sabiÌa». A Laura la crioÌ su abuela porque, como ella misma afirma, «mis padres no pudieron cuidarme. Mi padre teniÌa problemas con las drogas y es esquizofreÌnico y mi madre estaba enferma, aunque mi abuela me llevaba a verla todas las semanas. Desde que mi abuela fallecioÌ, hace 9 años, me faltan mi padre y mi madre, porque ella haciÌa por los dos, ella era mi vida. AquiÌ estoy bien y contenta, luchando por mis niños y deseando poder encontrar un trabajo y alquilar una casa para llevar una vida normal con mis hijos como cualquier otra madre de familia». Esta es la Casa del Sagrado CorazoÌn, el Cottolengo de MaÌlaga, que sigue funcionando gracias a la labor de muchos voluntarios, sus trabajadores y sobre todo la solidaridad de los malagueños, que sigue siendo absolutamente necesaria para continuar su misioÌn.