NoticiaColaboración No es divorcio: es que no hubo matrimonio Publicado: 09/10/2015: 15186 Ya se sabe con las noticias de la prensa, el ideal es que tengan “gancho” que enganche al lector para que lea lo que se le ofrece. Gancho y leer: las dos palabras clave. Pero el caso es que cuando se tocan temas delicados, y sin duda los temas religiosos lo son, el peligro de “pasarse” está siempre amenazando. Así leemos en la prensa, ayer mismo, con titulares un tanto chocantes, que el cardenal Rouco y otros diez cardenales “plantan cara” al papa Francisco. Chocante, ¿verdad? Pero acabamos en lo que es un lugar común: el posible “plante de cara” es por el tema… ¿A qué lo acierta usted? Por el tema…, lo diremos en coloquial, por el tema de los casorios. Y precisamente en este domingo próximo, el veintisiete en la liturgia, se toca el tema del divorcio en el evangelio, ¡vaya desafío para los curas al explicar la Palabra de Dios este domingo!... Porque de divorcio, nada. Tranquilos; vayamos paso a paso. No poca experiencia nos la dan los muchos años de ministerio sacerdotal en la base de nuestro pueblo. En plan broma, como decimos las cosas serias en Málaga, tengo amigos que me dicen, en plena calle, seguramente con su mujer cogida del brazo: “Ay, qué ruina me buscó usted”, refiriéndose claro está a que fui yo el que “les echó las bendiciones”. Yo les contesto, con la misma broma en que solemos decir las verdades: “Te lo pregunté cinco veces, y tú: “que sí y que sí y que sí…” Así que ahora no protestes”. (Eso de decirlo en broma es cuando no es verdad, que cuando hay problema no se toca así el tema con tanta soltura). Vamos a aterrizar, que nos perdonen los especialistas jurídicos. El sacerdote no es el que casa: el cura no crea el matrimonio; el matrimonio lo crean los contrayentes, la novia y el novio, que públicamente, ante la Iglesia y su ministro autorizado, proclaman que se quieren y que se van a querer siempre, y en las circunstancias más difíciles que puedan darse… Optimistas… La Iglesia, ante esa afirmación pública, lo que hace es bendecir la unión: “echa las bendiciones” y eso es el matrimonio católico. A lo mejor, tras una serie, más o menos pelma de “cursillos prematrimoniales”. Qué puede suceder o, más bien, qué sucede, a veces o bastantes veces… Aquí entra lo de distinguir entre divorcio, separación o nulidad de matrimonio que no es “divorcio”. Cuando dijeron tan convencidos en voz alta lo de “que sí y que sí…” ¿Sabían lo que decían? Aparece lo de nulidad, que significa que no hubo en realidad matrimonio, porque lo que les llevo a decir el “que sí”, es porque no se conocían bien, o porque iban obligados por causas que analizarán los jueces, o sencillamente – y ha pasado muchas veces en los famosos, como la cantante y el boxeador, usted me entiende – porque la más guapa le dijo que sí y para siempre al más guapo o más famoso cuando estaba en la cresta de la ola y luego resultó que no. No hubo verdadero matrimonio: los repetidos “que sí” estaban situados en la ignorancia de lo que les esperaba… Claro, así un matrimonio es insoportable, inhumano, y los que tienen medios para mover papeles y abogados, recurren a los jueces eclesiásticos – si ha sido matrimonio católico – y demuestran que no hubo matrimonio, porque en realidad ni se conocían ni se querían para que el “si” pudiera tener categoría de sacramento. Anular matrimonios… en realidad es declararlo nulo, que no hubo matrimonio, porque faltó un consentimiento consciente. Claro, aquí aparece un problema distinguiendo entre ricos y pobres. Si esos trámites de nulidad resultan caros, el guapo y la guapa el rico y la rica lo moverán, pero ¿y los que no tienen tantos medios? Pues se separan o se divorcian “por lo civil”, y a vivir la nueva vida. ¿Separados de la Iglesia? Ahí es donde toca el Papa Francisco. La Iglesia no puede abandonarlos. Yo tuve un caso, un joven cabrero, guapetón y “echaopalante”, en una feria por ahí, se cameló a una jovencilla y se casaron por la Iglesia, en el pueblo de ella… Cuando aquello no iba, ¡no iba!, recurrió a mí, que yo era su cura. De dinero nada y de convivencia posible, menos. Yo mismo llevé el tema al tribunal… “Ha venido a verme tu catetillo”, me dijo don Manuel González. La cosa era tan clara que se declaró nulo y, después, “le eché las bendiciones” con su novia, con la que sigue en paz, su mujer y sus hijos. No hizo falta dinero y sólo la claridad que lucía aquella situación. Eso es lo que pide el papa Francisco. Que sin trámites enredosos y sin necesidad de dinero, lo que pueda resolver la situación de “separados”, sea que bien llevado el tema pueden ser libres, porque “aquello” no fue un verdadero matrimonio. Eso es a lo que se refiere el papa Francisco: que no haya necesidad de forzar un divorcio civil o la separación, en la práctica católica, porque en realidad pueden ser libres tratando el tema con sencillez y con cariño hacia los que sufren el problema de que su matrimonio, ahora ven que no es posible. La Santa Madre Iglesia espera a los que lleguen a ella pidiendo comprensión y auxilio. Está en la entraña de lo que ha dicho el papa Francisco, y más cosas que dejamos para otro día. Luís Ramírez Benéytez