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Concha, sacristana de Nerja: «Todos tenemos que meter el hombro»

Publicado: 11/08/2014: 18340

Servicio, amor o alegría son las palabras más repetidas por los sacristanes al hablar de la labor que realizan en las parroquias. Con todas sus acciones demuestran su fe.

Los sacristanes son personas que trabajan abnegadamente horas y horas para tener en orden el templo y la sacristía, preparar los libros, las flores, las luces y la megafonía.

Concha Rodríguez, a sus 73 años de edad, ayuda como sacristana en la parroquia de Nerja: «Yo ayudo en lo que pueda mientras pueda. Mientras tenga salud y el Señor me conserve aquí tal como estoy ahora, esto desde luego no lo pienso dejar. Hay que ayudar en lo que sea porque si no esto no funcionaría, todos tenemos que meter el hombro».

Concha reside, desde que tenía 18 años, en Nerja, donde ha ayudado en la parroquia en todo lo que ha podido: «He sido catequista, he pertenecido a un grupo parroquial de liturgia donde nos reuníamos semanalmente... Y ahora colaboro con el párroco en lo que puedo». «Yo nací en América, en el norte de Colombia, en Barranquilla. En el año 1958 nos fuimos a Nerja, porque mis padres eran de allí».

Concha tuvo una educación religiosa en el colegio María Auxiliadora en Colombia, que hizo que siempre tuviese a Dios presente «la educación que me dieron fue la que hizo que estuviese siempre en la iglesia, yo nunca he estado fuera de ella».

Aunque dice que le es muy difícil contar qué es lo que más le ha marcado de entre todas sus actividades, relata que «allí en Colombia me satisfacía muchísimo las catequesis que dábamos a los niños, porque aquello es otro mundo, es todo muy distinto a esto... ¡Y con qué alegría nos recibían los niños cuando nos veían llegar!»

También destaca el tiempo que estuvo con el grupo de liturgia: «Para mí era gratificante, me gustaba muchísimo. Luego ya el grupo se fue disolviendo, pero yo sigo igual y con muy buena amistad y hermandad con todas las personas de la parroquia». Esta sacristana se siente muy dichosa por toda la labor que ha podido desempeñar hasta ahora: «para mí es lo mejor que tengo en mi vida. Cuando uno se siente hijo de la iglesia, eso es como cuando un hijo se porta bien con mamá y con papá porque los quiere, pues a mí me pasa lo mismo».

San Ramón Nonato

Concepción Muñoz, a sus 75 años de edad, ha sido la sacristana de la iglesia malagueña de San Ramón Nonato durante muchos años. Concha, como prefiere que la llamen, cuenta que desde siempre ha sido una mujer de fe. Recuerda que iba desde muy pequeña con alegría y

determinación a rezar el Rosario de la Aurora, a las 6 de la mañana.
Concha cada vez que puede va a la parroquia. Sin embargo, la edad y la enfermedad la limitan por lo que en su tarea como sacristana ha sido sustituida por Gema y Marivi. No obstante, cada vez que va continúa ayudando en lo que puede.

Ella se autodefine como la eterna sacristana de San Ramón Nonato y dice estar «muy contenta con su parroquia». «Me gustaba mucho ir a ayudar. De las labores que llevé a cabo no puedo decir una que me gustase más porque todo me encantaba. Yo quitaba las flores que se ponían feas, limpiaba los altares y la sacristía... Tenía las llaves de la sacristía y no faltaba nunca, hasta que me puse enferma. Todos dicen que me echan de menos».

Concha se siente muy orgullosa de su parroquia ya que está abierta desde muy temprano. Concha afirma que «Rafael, el párroco, siempre abre la iglesia muy temprano, para que todo el mundo que quisiera pueda ir a rezar. Quien no va a rezar a esta iglesia, es porque no quiere».

«Empecé de monaguillo»

En el pueblo de Mollina se encuentra Gerardo Rodríguez Moreno: «Yo empecé de monaguillo, desde niño. Luego me fui haciendo mayor, y aunque estuve estudiando seguí en mi parroquia. Luego empecé a ayudar en lo que podía; cosas de mantenimiento, ayudando a las personas mayores en lo que ellos no podían, montando el belén... Y así poco a poco hasta que todos los días acababa yendo a ayudar».

«Yo me eduqué en un colegio de monjas de Mollina, y en el ambiente religioso típico de aquella época. Mi familia era muy religiosa, así que empecé a estar en la parroquia desde muy pequeño, y nunca me he apartado de la fe».

Gerardo lleva bastantes años como sacristán de su parroquia, pero lo sigue viviendo con la misma energía que el primer día «A mí me da mucha alegría abrir la iglesia por las mañanas. Voy antes de trabajar y me gusta ver que la gente entra».

Estas personas, con su infinita bondad, demuestran que más que un oficio y un servicio a la comunidad, la sacristía es una verdadera vocación cristiana.

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