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José Mª Rodríguez Olaizola: «Rezandovoy, un proyecto de oración sin fronteras, cumple dos años»

Publicado: 21/03/2013: 9055

«El sacerdocio lo vivo con pasión. Te permite ayudar, llegar a la gente y compartir los momentos de más densidad de la vida, los buenos y los difíciles. Y, si uno lo intenta vivir con honestidad, con cercanía y con dedicación, pues la verdad que no se me ocurre nada mejor para mí», con esa convicción habla el sacerdote jesuita José María Rodríguez Olaizola (Oviedo, 1971) de su vocación religiosa. El joven que a los 18 años quería ser notario cumple los 25 de su entrada a la Compañía de Jesús. Ha visitado Málaga para dar unas conferencias sobre "la Pasión, una historia para hoy"

–-Se ha convertido usted en un fenómeno mediático gracias a su dedicación a llevar el Evangelio a las redes sociales.

–En realidad no era mi intención (se ríe). Cuando me destinaron por primera vez a Valladolid, donde trabajo ahora, pusimos en marcha, otro compañero jesuita y yo una web pastoralsj, sin ser muy conscientes de la relevancia que pudieran llegar a tener las páginas en internet, pero viendo que por ahí se abría un camino. Hace tres años nos lanzamos con otro proyecto: Rezandovoy, una propuesta de oración para cada día que se puede consultar desde el ordenador y el móvil. La repercusión que tuvo fue enorme. Con esos precedentes, vino rodado lo de trabajar un poco más a fondo en este mundo de la pastoral e internet, con las redes sociales como un vehículo de transmisión. Vemos que tiene una capacidad de difusión enorme y hay que aprovecharlas.

–Están ustedes de aniversario pues aquel proyecto innovador de Rezandovoy cumple dos años.

–Justo el 9 de marzo hacemos dos años. Es un proyecto precioso de oración sin fronteras, de encuentro entre mucha gente muy diversa, de todos los estratos sociales y de perfiles bien distintos: desde gente muy religiosa a gente que encuentra aquí un espacio para la interioridad; desde gente joven a gente mayor. Constantemente estamos recibiendo ecos de personas a las que les está ayudando en su vida.

–A la vez que se entrega a las redes sociales, sigue escribiendo libros en papel. El último de ellos, sobre la Pasión.

–Así es, creo que son distintas formas de comunicar. Las redes tienen la ventaja de la inmediatez, la rapidez y la posibilidad de traducir el mensaje cristiano en pequeñas pinceladas. Pero esto no excluye la necesidad de elaborar discursos más amplios. Empecé a escribir sin buscarlo tampoco. Me di cuenta de que era otra forma de traducir el Evangelio al lenguaje de hoy, y que existía cierta sed de este tipo de contenidos. En el fondo, el hilo común de los libros que he escrito es que el Evangelio habla de nuestras vidas, de tantas cosas que forman parte de nuestro horizonte cotidiano. En este sentido, el último libro que he escrito, "La Pasión", habla de nosotros, pues somos los protagonistas, los que nos encontramos en esas encrucijadas y los que tenemos que tomar esas decisiones y nos vemos en la tesitura de arriesgar o no. Somos los frágiles, los que lloramos, los que acertamos... las palabras que se pronuncian en la Pasión hablan de nuestras vidas.

–¿Ha tenido tentaciones a lo largo de su vida?

–A lo largo de mi vida, todos y cada uno de los días. Yo suelo decir que tentación es todo aquello que te promete maravillas y luego, en el fondo, no lo es. Las tentaciones que tenemos que afrontar en la vida cotidiana no son entre ser buenos o malos, las grandes tentaciones son entre la buena noticia del Evangelio y otras muchas noticias que prometen mucho, pero que son insuficientes. Por ejemplo, una tentación muy real en estos tiempos es pensar para qué te complicas la vida con todo esto, ¿no estarías mejor en tu casa, teniendo tu propio espacio? No harías daño a nadie.

–¿Cómo vivirá la Semana Santa?

–En Valladolid hacemos una Pascua urbana con jóvenes universitarios. En la iglesia de los jesuitas de aquella ciudad hay mucho movimiento de jóvenes. De hecho, los domingos por la noche celebramos una misa a la que vienen más de 1.000 personas, muchos de ellos jóvenes. Para la Pascua, organizamos un grupo de universitarios de muchos lugares, a los que ofrecemos un espacio para la oración y para asomarse a realidades concretas donde se vive la Pasión: la cárcel, un centro psiquiátrico, una residencia de ancianos… Después preparamos juntos las celebraciones del Triduo, que son de las más expresivas y densas del año.

- En nuestro mundo no gusta el sufrimiento, ni la fragilidad, ¿cómo invita al lector a profundizar en la Pasión?

- La estructura de este tipo de libros relatos es muy curiosa. Yo hace años me di cuenta de que intentar meter al lector en las escenas del Evangelio era una forma muy sencilla de ayudarle a comprender con cierta hondura. Empecé a escribir lo que llamo las contemplaciones de papel, que se trata de tomar una escena del Evangelio y recrearla profundizando en la historia de los personajes: los discípulos, María Magdalena, los personajes de la Pasión, Caifás, Pilatos, Herodes... sin necesidad de inventar mucho, pero ayudando a que el lector se sienta identificado. Las cosas que tienen que pasar por la cabeza de estos personajes en el fondo son cosas que nos pasan a nosotros por la cabeza, en circunstancias distintas, pero que forman parte de lo cotidiano. En una segunda parte, doy algunas pistas para reflexionar en torno a los distintos temas que aparecen ahí: el riesgo, las jaulas de hoy, las incertidumbres, el egoísmo, la diferencia entre ser espectador o ser protagonista de tu vida, la gratitud. Como temas o cuestiones todas ellas que tienen que ver con nuestra vida. Por ahí ha ido creciendo esta posibilidad de adentrarse en el Evangelio.

- Le hemos leído la frase “Resurrección es saltar al vacío”, ¿cómo nos explica ese salto?

- La imagen de saltar al vacío la utilizo muchas veces para hablar de la fe. La realidad es que hay muchas cosas en la vida en las que no podemos tener todas las certezas y seguridades, entre ellas, la fe. Y dentro de la fe, la experiencia de la Resurrección pide apostar por algo. Creer es un acto de riesgo y de valentía en este mundo. No es ciencia, no tenemos todas las certidumbres, no tenemos la demostración empírica de que Dios existe. En ese camino van cobrando sentido frases como ésta. Yo lo creo de verdad.

- ¿Nos quedamos en la Pasión y no saltamos a la Resurrección?

- Creo que lo difícil es integrar las dos cosas. Se dan los dos extremos: recrearse mucho en la Pasión y el sufrimiento y no abrir la puerta a la Resurrección; y también lo contrario, recrearse en qué bonito es esto de la fe, todo es maravilloso, pero dejando atrás que el Evangelio implica también una parte de compromisos, que pasan por la cruz. Lo difícil hoy día es integrar las dos cosas: cruz y resurrección, muerte y vida, compromiso y libertad. El corazón del Evangelio son la muerte y la Resurrección, y eso es el misterio pascual. Una vivencia excesivamente centrada en la Pasión, que no está abierta a la Resurrección, tiene un punto de derrotismo. De la misma manera, una vivencia demasiado espirutalizada de la fe, que no implique que la Encarnación pasa por poner los pies en la tierra concreta donde la gente vive, sufre, ama… es igualmente peligroso e incompleto.

- ¿Cómo sintió la vocación al sacerdocio?

- En mi caso fue bastante rápido. La llamada para mí no fue un día concreto, sino un proceso. Estaba preparándome para recibir la confirmación, estudiaba COU y mi intención en la vida era ser notario. Era buen estudiante y quería ser notario, no porque me interesaran mucho las leyes, sino porque quería ganar dinero, vivir bien y tener una vida estupenda. Poco antes de recibir el sacramento, tuvimos un retiro en el que nos plantearon que con este sacramento íbamos a decir que sí al Evangelio y que nos lo pensáramos bien. Eso hice, lo pensé y vi que decir sí al Evangelio era decir sí a las bienaventuranzas, a una lógica diferente, algo muy lejano a lo que me movía a mí para ser notario, así que no me confirmé. Todo esto me removió por dentro, pues yo quería decir sí al Evangelio. Empecé a rezar un poco más, y sentía que de verdad yo quería optar por una vida distinta, en la que los valores no fuesen tener, prestigio… sino los que yo encontraba en el Evangelio: el servicio, el amor, la búsqueda de la justicia... lo que veía en Jesús, eso me tiraba más. El primer paso fue decir que no iba a ser notario, y el segundo paso fue pensar en qué iba a hacer con mi vida. En Semana Santa de aquel año, en un momento de cierta tranquilidad, me vi como jesuita. Los conocía porque había estudiado con ellos. Fueron unos meses lo que tardé en dar el paso, pero con 18 años recién cumplidos, lo tenía claro. Después, es verdad que, a lo largo de los años vas confirmando el sí. Pasas tus momentos buenos y tus crisis, como todo el mundo, pero vas confirmando esa decisión día a día. Y este año cumplo de jesuita, desde que entré en el noviciado. De cura me ordené en 2001. El sacerdocio lo vivo con pasión, pues me permite ayudar mucho a la gente, compartir los momentos de más densidad de la vida, los buenos y los difíciles. Y si uno lo intenta vivir con honestidad, con cercanía y con dedicación, pues la verdad es que no se me ocurre nada mejor para mí. 

Autor: Encarni Llamas

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