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Dios viaja con nosotros

Publicado: 02/07/2010: 3785

El verano es tiempo propicio para viajar. A pesar de la crisis, la mayoría de los ciudadanos programamos para estos días alguna que otra salida o viaje más o menos largo. Por eso, como todos los años por estas fechas, la Iglesia nos propone pararnos a reflexionar sobre nuestra responsabilidad en la carretera.

 La reciente tragedia ocurrida en Castelldefels, donde un grupo de jóvenes encontró la muerte al cruzar las vías por un lugar inapropiado, nos hace ver que la seguridad vial no es responsabilidad sólo de los conductores, sino también de los peatones.  Nuestro comportamiento como conductores o peatones no es más que un reflejo de nuestra forma de vivir. Podemos vivir como si nadie más importara a nuestro alrededor, buscando sólo el bien propio; o vivir con la conciencia de que los demás son nuestros hermanos a quienes debemos “amar como a uno mismo”. Los valores que brotan de la fe son, pues, los mismos que garantizan la seguridad vial. Porque el cristiano entiende que la vida es un don precioso; y, por ello, no pone en riesgo su propia vida, ni mucho menos, la de los demás.

Los accidentes son inevitables. Son, eso, accidentes. Siempre los ha habido y siempre los habrá, porque son fruto de circunstancias que no se pueden prever. Pero no son tales los sucesos en los que entra en juego la imprudencia, la temeridad, el exceso de confianza, el abuso de alcohol, las prisas injustificadas, etc. Si se dan estas circunstancias, como peatones o conductores, nos convertimos en suicidas en potencia, en asesinos en potencia. Faltas contra el “no matarás” que consideramos muy graves cuando son los otros los que las realizan, pero que juzgamos como leves cuando los protagonistas somos nosotros.

“La persona, centro de la seguridad vial. Caminos de seguridad y esperanza”. Este es el lema que la Conferencia Episcopal ha elegido para la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico que celebramos hoy. Porque cuando emprendemos un camino tenemos la esperanza de llegar seguros a la meta. La razón de esta esperanza, como nos recuerda el mensaje de los obispos para este día, “se funda en la certeza de que, en el viaje, Dios camina con el hombre y lo preserva de los peligros. En virtud de esta compañía de Dios, y gracias a la colaboración del hombre, el viajero llegará a su destino”.

Y es que son muchas las personas que se encomiendan a Dios cuando salen del portal de su casa o cuando emprenden un viaje. Es una costumbre que nos recuerda que no estamos solos, que viajamos con su compañía, pero que, precisamente por eso, nuestra actitud en el tráfico debe estar a la altura de las circunstancias.  “Que Nuestra Señora del Camino, imagen de la Virgen Peregrina, el Ángel de la Guarda, el Arcángel Rafael y San Cristóbal –finaliza el mensaje episcopal– nos ayuden a redoblar nuestros esfuerzos y nuestro sentido de responsabilidad como conductores, y también como peatones. Hemos de mantener viva y activa la esperanza de llegar a la meta”. 

Autor: diocesismalaga.es

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